Esperanza Aguirre en Madrid se veía, se sentía y se comportaba como la “reina de los mares”. Había llegado al gobierno de la Comunidad de Madrid sobre un acto clamoroso de corrupción que quedó en nada judicialmente, porque por aquí los asuntos de corrupción siempre quedan en nada. En Italia tales comportamientos oscuros se atribuyen a la mafia, aquí sucede igual que en Italia, pero no se lo atribuimos a nadie. Se olvidan
Día 27 de junio de 2003. El PSOE era una fiesta. Con un voto más que el PP, se propondría como presidente de la Comunidad de Madrid al Sr. Rafael Simancas.
Madrid seguía siendo de izquierdas. No contaban con que ese día dos diputados del PSOE no asistirían a la votación. Estaban ocultos en un hotel, pagado por desconocidos inversores. Saldría elegida presidenta Esperanza Aguirre. Se había producido el “tamayazo”, un vocablo que no está claro que el ciudadano corriente conozca en su significado pútrido.
Un diputado del PSOE, apellidado Tamayo y una diputada, Sra. Sáez, habían sido sobornados para que no asistieran a la votación. Desde entonces el PSOE se sumió en una crisis que aún no ha superado. Por su parte, la Sra. Aguirre, para “blanquear” el origen oscuro de su poder, convocó elecciones en noviembre que ganó con mayoría. Comenzaban los años de gobierno de quién terminaría viéndose, sintiéndose y comportándose como la “reina de los mares”.
El PSOE de Madrid entró en una crisis que parece perpetua. La FSM es más una entelequia que una realidad partidaria. Las agrupaciones son lugares fantasmagóricos en los que se dirimen, en la gran mayoría de las ocasiones, asuntos personales más que estrategias políticas o formas de actuar en la sociedad. Los liderazgos se improvisan desde la dirección federal. Ninguno de los candidatos propuestos ha sido capaz de competir con los del PP, que el poder amplifica y multiplica.
Pero la crisis no solo afecta al PSOE, alcanza a toda la izquierda: desencantada, desmovilizada cuando no indiferente o pasada al bando contrario. Al caer el muro de Berlín, se derrumbó la ideología, la lucha de clases y el activismo militante. Siguió el hundimiento del partido comunista y se produjo una sangría de militantes y afiliados hacia ninguna parte. Para intentar arreglar la pérdida de la hegemonía de la izquierda se propuso la creación de Izquierda Unida. Un proyecto para agrupar a la izquierda que no militaba en el PSOE. El proyecto fracasó porque la izquierda nueva había dejado de ser la izquierda tradicional. Sobre las ruinas aún vivas de IU nació Podemos. Una nueva versión de la izquierda, solo que decorada con lenguaje populista y de confrontación. El virus de la división, sin embargo, no había desaparecido. Pronto empezaron también aquí las escisiones y rupturas.
La Sra. Aguirre abandonó el gobierno tras indicios de corrupción y la acechanza de los correligionarios. Se sucedieron las crisis en el PP, sin que ni el PSOE ni la izquierda fueran capaces de aprovechar la división de la derecha. En las últimas elecciones ganó la izquierda, sin votos suficientes para evitar una coalición de las derechas divididas. Apareció la Sra. Ayuso, versión brutal de la Sra. Aguirre y tan inesperada como sorprendente por su clara identificación trumpiana. Ha estado dos años en la presidencia en coalición con Ciudadanos y el apoyo de Vox. Ha convocado unas nuevas elecciones en mitad de una pandemia, porque quiere gobernar sola. No soporta la política de pactos ni los partidos de la política. ¿Ha nacido quién, según los “franchutes”, es la “reina de los bares”?.