Ha transcurrido tiempo suficiente para tener una cosa cierta: en Madrid el PP ha arrasado y el PSOE ha perdido sin excusas. Y también para comprobar que los adversarios de Sánchez siguen siendo los mismos, tal vez alguno más, diciendo y escribiendo las interpretaciones de la política, tal como ellos la entienden. Léase a Cebrián o Caño, que fueron directores de un diario otrora más progresista, por no citar a los medios digitales de combate y las emisoras en las trincheras. Que la derecha continúe con sus procesos judiciales de corrupción apenas es un dato relevante en Madrid. A la Sra. Cifuentes le hicieron un reconocimiento dos días antes de las elecciones y a la Sra. Botella le impusieron la medalla de la ciudad sin contar con su venta de viviendas sociales a fondos de inversión. En un mundo, como el que refleja Madrid, lo que vale es el éxito. No importa cómo se obtenga. Por eso en el equipo de campaña de la Sra. Ayuso, están exultantes. Se parten el culo, vamos. Utilizaron una formula ya contrastada desde los tiempos de Reagan: libertad contra socialismo o comunismo. Y aquí, además, con el estilo chulapo de hacer lo que venga en gana a cada uno. Con un eslogan como este la gente siempre pica. Y en Madrid se lo tragaron por mayoría insultante. Conseguimos la “pinza perfecta”, comenta alguien del equipo. Nosotros, con nuestro discurso libertario e Iglesias con el suyo, anticuado, pero efectivo. Así no es de extrañar, comenta otro, que Gabilondo pasara por la campaña como pollo sin cabeza.
En el equipo del PSOE -FSM, si es que tuvo algo parecido, también se analiza la pinza, solo que con un actor nuevo: Más Madrid. La gente de izquierdas podía votarles sin la mala conciencia de haber traicionado sus ideas. No supimos romper la estrategia que les ha funcionado a la perfección, explicita alguien. El PP ha ganado con holgura, que era el objetivo de la pinza, y deja al PSOE - FSM con una crisis interna complicada, que es el objetivo del sorpasso, expresa otro. La FSM ha sido rematada de la enfermedad que padecía desde hace años: la organización partidaria no existe como tal. Por lo que no deberían convertir a Leguina o Redondo en chivos expiatorios por males anteriores y errores del presente. Los militantes han resultado espectadores indiferentes de una tragedia que se ha representado sin ellos. Alguien tendrá que concluir que, vale, que lo que cuenta en las campañas es la comunicación, pero también las ganan o las pierden los militantes que sustentan a los candidatos. Lo aprendieron los demócratas norteamericanos en la derrota de Hillary Clinton. Al día siguiente se pusieron a trabajar desde la base, como única forma de contrarrestar el potencial de convicción que da el ejercicio del poder. Y este ha sido otro factor decisivo. Sin los presupuestos de la Comunidad, Ayuso no sería nada. Nadie se atreve a oponerse al poder de las CCAA: subvenciones, concesiones, contratos, licencias, favores…. Lo nuestro resultó de pena, comenta un miembro del partido. Iglesias rebasaba al PSOE por sus actitudes radicalizadas y Mónica García ocupaba el espacio que Gabilondo abandonaba. Entre los gritos histriónicos de unos, el discurso nacional-castizo de la otra y la falta de militantes activos, el mensaje sosegado del candidato se perdió por las calles de una ciudad convertida en jungla. Una ciudad insolidaria, ruda, hosca, de chovinismo paleto, en la que se impone el ombliguismo identitario y la demolición sostenida de los servicios y lugares públicos. Cuando despierte del sueño, si es que despierta, nada será reversible.