El primer presidente socialista de la democracia fue Felipe González. Tras los años de Aznar, llegó Zapatero. A Rajoy lo desplazó Sánchez por la corrupción sistemática de su partido, alguno de cuyos juicios se desarrollan estos días. De los tres presidentes socialistas a González solo le gusta uno: él. ¿Será un ataque de narcisismo incurable? Contra Sánchez se ha creado un extraño frente – ignoramos si oportunista o sistémico - cuando de asuntos territoriales se trata. El frente lo compone la derecha, sin soluciones para estos conflictos; antiguos y actuales dirigentes del PSOE en discrepancia interna con Sánchez; los medios de comunicación habitualesa los que se han sumado los jueces, que no practican con rigor la exigida independencia del poder judicial. El asunto que motiva el frente es, de nuevo, Cataluña, que lleva más de un siglo desestabilizando la política española.
La gestión descalabrada del artículo 155 de la Constitución de Rajoy en Cataluña dejó como herencia variospolíticos procesados y aún en la cárcel, aunque en condiciones más que permisivas. Sánchez propone que, en lugar de disimular tales prácticas laxas, se encare el asunto de los condenados como un nuevo intento de solucionar el conflicto mediante el dialogo. Qué los indultos puedan resultar fallidos es probable si consideramos la historia de Cataluña y la burbuja solipsista de una parte de la sociedad catalana. El miedo al fracaso no debería implicar aceptar resignadamente un escenario de bloqueo estructural en un territorio básico de España. Y si los indultos fueran en el futuro un error, ¿alguien ofrece una formula de éxito?
Cuando otro presidente socialista se planteó el final del terrorismo de ETA, la reacción de la derecha fue idéntica a la actual. Se acusó a Zapatero de romper España por ceder ante los terroristas. El terrorismo acabó con el hecho democrático de que las diferencias hay que resolverlas por la vía política.Cuando la formula democrática se impuso y Sánchez recibió los votos de Bildu en el Congreso de los Diputados, el mismo frente de ahora criticó ferozmente la recepción de esos votos. Volvió el recurso a la ruptura de España. Cada vez que una parte de la izquierda intenta aproximarse a la atenuación de conflictos territoriales, la derecha y otros allegados se posicionan en su contra. Es como si la política no evolucionara. De romper España también acusaron los sectores franquistas a Suárez. Es lógico en consecuencia que haya gentes de izquierdas y otras que, sin tenerse como tal, se indignen con los discursos que se orientanal desgaste del gobierno actual y no a la solución de los problemas reales. A la derecha y sus socios coyunturales no les importan los conflictos territoriales, sino cómo conseguir desgastar al gobierno y si, es posible, que pierda las elecciones. Y eso también indigna a la gente de izquierdas. Sánchez no le gusta a la derecha, cosa natural; que no les guste a algunos personajes del PSOE, puede resultar obsceno. Sánchez no es un rojo peligroso, pero es un estorbo para la derecha, que fundamenta su razón de ser en el poder como propiedad. Los mismos que ahora se oponen a las políticas de Sánchez forzaron en su momento que el PSOE apoyara al PP en la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Era, entonces, Asunto de Estado. ¿Cuál fue el resultado? No se ha valorado aún la confusión de aquellos meses de medidas extraordinarias. Lo que indigna a las gentes sensatas es que personas que invocan el socialismo se posicionen a favor de la derecha, PP y Vox que, utilizando la pandemia, los conflictos territoriales o lo que sea necesario, quieren acabar con un proyecto que, casualmente, coincide con el demócrata Biden.