Durante varias semanas Valencia ha ocupado la atención política nacional. Y no ha sido casualidad. La Comunidad valenciana es uno de los territorios más disputado por el PSOE y el PP. El PP inició el mes con su Convención mediática que no llegó a ninguna conclusión, excepto la de continuar con la estrategia de desgaste mediático, moral y personal de Pedro Sánchez. Aunque por los movimientos de los últimos días (renovación de algunas instituciones) deberíamos concluir que en Valencia sucedió algo entre las bambalinas de la Convención que no nos contaron.
El PP, tras varios años de estéril resistencia, se ha prestado a la renovación constitucional. Eso sí, poniendo gentes de perfil político de probado conservadurismo y teniendo que soportar que el Sr Casado afirme que “así se avanza en la despolitización de los organismos que se han renovado". Sin embargo, se mantiene la sinrazón de no renovar el Consejo del Poder Judicial, órgano que selecciona a los jueces que en muchos casos tendrán que juzgar a imputados por corrupción del PP.
De Valencia nos llega el libro titulado “La Ciudad de la Euforia”, de Rodrigo Terrasa. Una narración tremenda de los años de la corrupción del PP en la Comunidad Valenciana en la que los personajes reales resultan más monstruosos, deformados y estrambóticos que los ninots de las fallas. El autor sitúa el libro entre “Sodoma”, de Saviano, y “Los bingueros”, de Pajares y Esteso. En estos días, el juzgado nº 18 ha abierto auto de procesamiento contra más de un centenar de militantes y el propio PP de Valencia por sobrefinanciación de las campañas. Todo ha sucedido en Valencia, el país de Jauja de los corruptos.
El PSOE celebró allí su 40 Congreso, invocando la socialdemocracia y su engarce con el partido de Pablo Iglesias Posse. Lo de la socialdemocracia parece que haya vencido a la atávica tendencia de la militancia del PSOE a ser más de izquierdas que cualquier partido a su izquierda. Un complejo que ha perseguido al PSOE desde que se creara el partido comunista por una escisión en sus filas. Superado el complejo, el riesgo que corre es ser más de derechas que el PP y Vox juntos. Véase Castilla–la Mancha, donde no se sabe si el PSOE es socialista o una franquicia no reconocida del PP. Pero al mismo tiempo que se ha reafirmado la socialdemocracia, se ha transformado definitivamente el modelo de partido. La mezcla entre instituciones y organización es palmaria. Con ello se ha arrumbado el modelo del partido de militantes de clase para ser sustituido por un partido de cargos. Bye, bye, Pablo Iglesias Posse. Habrá que ver los efectos perversos en los próximos meses y años.
El Congreso de Valencia ha servido para poner de relieve el papel que en la democracia ha desempeñado el PSOE. Todas las leyes relacionadas con los derechos sociales se han aprobado cuando ha gobernado. Lo mismo ha sucedido con la organización territorial del Estado. En 2010 ETA anunció el final de la violencia que aún tardaría años en concretarse con la entrega de las armas. El PP hizo peligrar el proceso, según uno de los partícipes en las negociaciones. El PSOE, no obstante, se decidió por negociar la paz, aunque ello le supusiera ser tachados de traidores a las víctimas y, como ya es un tópico manido y rancio, rompedores de España. Por la intervención del PSOE hace 10 años la democracia española se hacía más robusta, a pesar de la derecha. Entre tanto, el PP mantiene su discurso de confrontación populista en una sociedad que evoluciona hacia territorios más templados en lo político, en lo económico y en lo social.