No le importa a nadie. No cuenta para nada. Lo de la corrupción no merma la confianza de los fieles, sean medios de comunicación o simplemente ciudadanos de a pie. La corrupción sistémica del PP, es decir de la derecha española, no interfiere en el discurso, diseñado con anterioridad, de que, mediada la legislatura hay que asegurar –que sea cierto o incierto es otro asunto– el triunfo del partido de la oposición. Si ahora se convocarán elecciones, se viene a decir, el PP gobernaría en el país de nuevo. Y esto se afirma y se sostiene sin ningún fundamento real. Como mucho, esporádicas encuestas privadas, más que dudosas, que se aceptan sin objeciones. Pero es el ritual habitual.
El Sr. Casado anuncia que serán ellos quienes tendrán que arreglar los desastres de la España actual, pero en paralelo con esta misión mesiánica han decidido no comentar los casos que se acumulan en los juzgados con gentes procesadas, todos militantes del PP. Desde la época de Aznar hasta la última del Sr. Rajoy. No importa tampoco que, en tropel, antiguos corruptos y corruptores declaren que lo que hacían era por ellos y, por supuesto, por indicación del partido. “Esto se hacía según las indicaciones e instrucciones recibidas por parte de la dirección regional y nacional del PP”, ha declarado uno de los imputados en la trama Gürtel, desgajada en distintas piezas.
No importa que los jueces, tan remisos ellos a condenar las corrupciones de la derecha, emitan alguna sentencia, implicando directamente el PP, como en el caso del pago en B de la reforma de la sede de Génova. “No comment”, dicen los portavoces del PP. Y el personal calla. Ni una disculpa, ni un intento de catarsis, ni una iniciativa para que nada de lo ocurrido vuelva a ocurrir. Solo no admitir vinculación alguna con la etapa anterior, lo que no evita que en la última convención del PP mostraran al Sr. Aznar y el Sr. Rajoy como ejemplos a imitar.
En el otro lado se sitúa la opinión pública y la publicada que viven absortos en no se sabe qué. ¿En sus problemas diarios? ¿En sus dificultades para llegar a fin de mes? ¿En que ellos, si pudieran, harían lo mismo? Parece como si la corrupción fuera una condición inevitable del sistema. ¿Qué clase de país es este que ve los casos amontonándose en los tribunales y los juzgadores emitiendo las sentencias que emiten sin inmutarse?
Paul Preston tiene escrito que el español es un pueblo traicionado por sus gobernantes. El atraso y la miseria social y cultural del país se debe a sus élites, que solo piensan en enriquecerse cuando acceden a la política. Gerald Brenan, según cita el mismo Preston, dejó escrito la contradicción que percibía. “Hay quién ve en España un país de paradojas, en el que un pueblo dotado de una gran independencia de carácter se deja guiar por gobernantes corruptos y arbitrarios”. Pero podríamos pensar que la referencia se dirige a épocas anteriores. Sin embargo, las causas que se están juzgando pertenecen a los últimos años. Solo retardadas por los procedimientos -intencionados o no de la justicia española, que al igual que la Italia de la mafia, alarga y trocea los casos de corrupción hasta el infinito.
“No comment”, es la respuesta de los dirigentes del PP, de los medios de comunicación en su mayoría y, al parecer, de los ciudadanos. ¿Ayuda este silencio de cementerio a construir un país más democrático?