Por las redes sabíamos que el Fondo Kati, que conserva Ismael Daidié, iba a ser propuesto para dos de los premios Princesa de Asturias. Lo ratificaba en su texto del jueves Enrique Sánchez Lubian. Recordaba que en el año 2014 el Ayuntamiento de Toledo concedió la medalla de oro de la ciudad al Fondo Kati, un conjunto de libros y manuscritos de las culturas musulmanas, sefardíes y moriscas. Por los ejemplares que pudimos contemplar en una exposición en la Biblioteca Regional estamos ante un patrimonio único que se ha salvado de la destrucción, no se sabe sí por milagro o por la heroicidad de algunas gentes por no perder su identidad de origen.
El fondo, que se propone para el premio, está rodeado de mitos. El que aporta la Historia de España y de Toledo, su ajetreado traslado a África hasta recalar en Tombuctú y los manuscritos y libros que han estado durante siglos en riesgo permanente de desaparición y destrucción, por la acción de los humanos, por la acción del tiempo, o por el desierto que se traga lo que encuentra con la indiferencia de un monstruo de arena. A ello se suma la condición de su conservador actual Ismael Diadié, un poeta, un sabio con capacidad inequívoca de liderazgo, que lleva años peleando para que ese fondo vuelva a la ciudad de donde salió: la de Alfonso X el Sabio y sus escuelas de traductores. En este punto, disculpen la digresión ¿qué estará pasando con las bibliotecas, los libros, los manuscritos y la sabiduría que se haya almacenado en Ucrania en la actual situación?
Uno de los mitos de estos fondos documentales nos retrotrae a tiempos apasionantes de la Historia de España. A esos años dramáticos en los que un reino que había sobrevivido dos siglos y medio se desmorona y aparecen unas nuevas gentes para ocupar el espacio que estos abandonan. Es el tiempo de los visigodos, que han llegado a su punto máximo de desintegración por la incapacidad que demuestran para ponerse de acuerdo en torno al ejercicio del poder y la convivencia. Entran en escena nuevos actores en un proceso de expansión inaudito. Uno de los bandos en guerra, los partidarios de Witiza, piden la colaboración de árabes y bereberes contra los partidarios de Rodrigo. La victoria se inclinará de parte de los árabes y del bando de los witizanos. Comenzará un nuevo orden en la Península y en la capital de los visigodos, Toledo.
Otro mito afecta a la convivencia entre diversos grupos étnicos y distintas creencias. Durante siglos convivirán unos con otros por el pegamento de la cultura, aunque sometidos a tensiones y diferencias que en ocasiones se intentan resolver con las armas y el fuego. En uno de esos conflictos, la familia Alí Ben Ziyad al Qutí, descendientes de Witiza, sale de Toledo con su familia y sus libros y comienza su peregrinación por el norte de África hasta encontrar un lugar en el que afincarse. Ese acontecimiento histórico Ismael Diadié lleva años buscando revertirlo. Quiere hacer una pirueta con la historia y que los libros y su familia vuelvan a los lugares de donde salieron. Y eso es lo que se apoyaría con alguno de los premios Princesa de Asturias. Solo faltaría que pudieran conservarse en Toledo. Asistiríamos a uno de los acontecimientos más fantásticos que podamos imaginar en tiempos de incertidumbres como los presentes. Sería una apuesta por la esperanza y la convivencia entre pueblos y religiones. Así que considérese este escrito como una forma pública de apoyar la concesión de alguno de los premios Princesa de Asturias al Fondo Kati.