Seguramente ya no se acuerden. Sucede todo tan deprisa y tan amontonado, que apenas queda tiempo y espacio en el cerebro para recordar lo que pasó hace un mes. Y sin embargo, el recuerdo del pasado es el instrumento fundamental para comprender el presente y construir el futuro sin los errores del pasado. Hace años los medios de comunicación, los opinadores profesionales, los opinadores coyunturales y cuantos se suben a la ola del momento para no quedar desfasados, se imponía valorar la incapacidad de la política española para conseguir pactos y para llegar a acuerdos. Esa dificultad, los más benévolos, la atribuían a la inmadurez de la democracia española. Los menos benévolos, a nuestro carácter fogoso y sectario del Sur.
Como es costumbre se comparaba a España con otros países de la Unión Europea, donde la gran mayoría de gobiernos están formados con pactos de diversos partidos. Normalmente esos discursos se suelen hacer cuando gobierna la izquierda o cuando la derecha necesita el apoyo de la izquierda, pero raramente a la inversa. Llevamos ya varias elecciones autonomicas en la que los candidatos de la derecha dicen sin tapujos que han adelantado las elecciones porque quieren gobernar en solitario. Que los pactos con otros partidos son un estorbo. Así lo manifestó la Sra. Ayuso, cuando afirmó que estaba más que harta de los pactos con Ciudadanos. Unos meses después, lo repetiría el Sr. Mañueco, aunque le saldría mal. Y, por último, el Sr. Moreno Bonilla, en la campaña actual, lanza el mismo mensaje.
Paradójicamente, y en contraste con ese discurso de la derecha, en la Nación se gobierna con pactos con la izquierda más allá de la izquierda y con el apoyo de nacionalistas y otros. O sea que las teorías de hace algunos años sobre la inmadurez de la democracia en España para pactar respondía a intereses no teóricos, sino prácticos. El objetivo era que, cuando la derecha lo necesitara, la izquierda debía pactar con la derecha. La oposición a ese discurso le costó al Sr. Sánchez, actual presidente de un gobierno de coalición, el puesto que ocupaba y su dimisión del Congreso de los Diputados. ¿Han leído u oído alguna crítica en los medios de comunicación y en los opinadores diversos contra esa pretensión de la derecha de gobernar en solitario? Ni se ha producido ni se producirá. ¿Ha cambiado tanto la sociedad española como para pasar de defender los acuerdos de una España plural y diversa a una España de mayorías absolutas?
Todo gobernante quiere disponer de una mayoría suficiente para sacar sus proyectos adelante sin tener que negociar con otros. Pero si eso no es posible porque la sociedad es diversa, el gobernante debe ser capaz de buscar las alianzas necesarias para gobernar. Que es lo que está haciendo el Sr. Sánchez en una legislatura en la que se está demostrando que en España algunos sí saben pactar y otros no quieren pactar. Y quienes no quieren estos pactos, aprovechan la ocasión para hablar de un gobierno con posiciones encontradas. Algo normal cuando los socios defienden diferentes intereses. Cosa distinta es que Podemos, socio en el gobierno del PSOE, por sus problemas internos, que son muchos y cada vez más ruidosos, colabore a trasmitir una cierta sensación de descontrol. Sin embargo, todos los proyectos de leyes presentados salen adelante y con mayorías razonables. La democracia española no es tan inmadura como a algunos les conviene decir, según las circunstancias.