En las imágenes que se han trasmitido estos días sobre la cumbre hispano-alemana en A Coruña, el bajito era el Sr. Scholz y el alto el Sr. Sánchez. Unas imágenes que superarían las versiones de los años en los que los españoles emigraban por millones, maletas de madera en mano, en busca de trabajo. Entonces el bajito era el español y el alto el alemán. Sí las imágenes cuentan historias, la historia que se podría extraer es que el alto, el presidente español, representa una España muy distinta a aquella otra de la emigración de supervivencia. Una España que intenta aportar sus saberes en una Europa sumergida en una crisis de proporciones impredecibles.
La cumbre hispano-alemana y las imágenes que ha dejado invitan a sentirse orgullosos de nuestras relaciones con la primera economía de Europa en la mejor tradición de la socialdemocracia hispana. Pero esto a la derecha no le gusta, porque el alto es el Sr. Sánchez. Y Sánchez representa la socialdemocracia, la radicalidad extremista para una derecha cada día más trumpiana, para no emplear la palabra fascista que les molesta. Así que para que Sánchez no obtenga ningún beneficio de estas y otras acciones internacionales, las terminales mediáticas imponen un silencio de cementerio. Y en paralelo incrementan el ruido que anule las imágenes de la cumbre y se diluya en un galimatías de corral revuelto. Lo que no se nombra no existe, lo que no se escribe en diarios en letra o en digitales, no se percibe. Las emisoras de radio, salvo honrosas excepciones, continúan siendo el campo de agitación de la derecha y las televisiones han perdido la credibilidad. Por esta necesidad combinada de ruido y silencio hemos llegado a expresiones tan antidemocráticas e inconstitucionales, como afirmar que el gobierno "se forra con los impuestos", "despluma" o "sablea" a los españoles. ¿Cabe lenguaje más miserable, tramposo y detestable? Con la confusión que crean sabotean los elementos claves de la democracia redistributiva y la esencia de la Constitución española. Se han adentrado en la campaña de la reducción de impuestos en el momento que una guerra en Europa originan una inflación insoportable. Confunden inflación con impuestos, aunque se lleven por delante principios básicos de las democracias modernas. Sabemos que a la derecha española la política internacional no le interesa. El último presidente, el Sr. Rajoy, evitaba cualquier reunión internacional. Y, el anterior, el Sr. Aznar, implicó a España en una guerra fraudulenta.
Pero de lo que tratamos es de que en esta ocasión, el protagonista (el alto), es el Sr Sánchez, Secretario General del PSOE, y presidente del primer gobierno de coalición de izquierdas y otras malas compañías. Por si sirviera de algo la experiencia ajena, la semana pasada el PD (Partido Democrático) de Italia, concluía que uno de los grandes errores que habían contribuido a su desastre reciente se debía a las alianzas de gobierno. Fue una mala decisión, en reflexión de Enrico Letta. Más allá de Berlín la estrategia (de coalición con la derecha) no ha dado resultados a la socialdemocracia. Si en España se hubieran seguido los pasos que algunos pedían, la socialdemocracia española estaría a estas alturas como la de Italia. El escenario es bien distinto. El alto y el bajito se reúnen para hacer frente común contra el vecino francés que no pierde ocasión de cerrar sus fronteras cuando rozan sus intereses. En este caso su negativa a que España lleve gas al resto de Europa, aprovechando la capacidad de regasificación del país así como en el futuro surtir de hidrogeno verde desde el Sur al Centro. Es decir, el español alto colabora con el bajito alemán para mejorar las perspectivas económicas españolas. Y lo hace desde un gobierno de izquierdas y malas compañías.