La derecha europea vive en una crisis inédita, vean Francia, Italia, Holanda, Austria y hasta la propia Inglaterra. Pero en crisis más profunda se encuentra la derecha española. Desde los inicios de la democracia se deseó una derecha española homologable con la europea. No fue posible. Se resistieron a desligarse del franquismo sociológico. Y ahora permanecen en el neoliberalismo trasnochado. Por ese inmovilismo, tras el paso de los años, la derecha ha empeorado por la creencia de que el poder se gana o se pierde no por las ofertas programáticas ni siquiera por un patriotismo real, sino por el desgaste de la acción de gobernar.

Apenas hace un año se cambió el liderazgo del Sr. Casado por el del Sr. Feijóo. La realidad había desdibujado a quién, en un Congreso nacional, se eligió como líder prometedor. Aunque la desorientación que demostró el Sr. Casado, lejos de resolverse, se mantiene en la misma desorientación por la insolvencia del sustituto y por las pulsiones hacia la derecha trumpista de la presidenta de Madrid. La derecha de Feijóo, nuevamente, se ha olvidado del centro y ahora se inclina hacia el modelo trumpista de Marinne Lepen o de Georgia Meloni. Pero aún hay más: el Sr. Feijóo se comporta en España como si estuviera en Galicia. Un territorio de voto conservador mantenido en el tiempo en el que los medios de comunicación y las instituciones están en manos de la derecha local de siempre. Allí cualquier declaración resulta más tolerable y soportable. Eso no vale en Madrid. España es más amplia que Galicia, existen medios de comunicación que no controla al completo la derecha. Algunas, incluso, no comparten las insolvencias del líder de la oposición. Por las tensiones internas se siente obligado a hacer declaraciones a tontas y a locas, aunque los medios afines las tapen como pueden. Sin tiempo ya para arrepentirse, se percibe que el liderazgo del Sr. Feijóo fue una solución de emergencia que no ha conseguido estabilizar el discurso institucional de la derecha.

El Sr. Feijóo acumula insolvencias, pero de, entre el catalogo más reciente, se puede citar la penúltima declaración en Alicante. El Sr. Feijóo reprochaba al Sr. Sánchez el deprecio a la cultura china por no asistir a una exposición de siete figuras de Xi´an, en el día en el que estaba reunido con Xi Jinping en Pekín. Una anécdota que señala la frivolidad con la que el líder de la derecha critíca al gobierno. Entienden en el PP que la oposición consiste en una réplica paralela a las actuaciones del gobierno. De mayor calado es su oposición a la modificación del sistema de pensiones en contra del que ha votado y que ha prometido, no una sino varias veces, derogar, si gana las elecciones. Se ha saltado que la modificación del modelo de pensiones era una exigencia de Bruselas para poder acceder a los Fondos de Recuperación. Obvia, o malinterpreta, que el proyecto ha sido aprobado por la Comisión Europea. Y así, mientras el Comisario Sr.  Margaritis Schina, miembro del PP europeo, elogia el modelo de España como contribución a la mejora del Estado del Bienestar y como fórmula de recuperación económica, el Sr. Feijóo insiste en la derogación del modelo aprobado. Al contrario de lo que sucedió en la crisis del 2008, la Unión Europea ha entrado en un proceso expansivo y de reforzamiento del bienestar de sus ciudadanos de los que el PP no se ha enterado. Que el PP continúe con propuestas raídas y apolilladas por los acontecimientos mundiales da una idea de la debilidad de la derecha española. Aún así mantiene un suelo de votos incondicionales que disfrazan la magnitud de esa debilidad.