La consigna “no pasarán”, coreada en el frente de Madrid por las tropas defensoras de la República, se convertiría en un grito de la resistencia universal. Un grito que se ha extendido en castellano por el mundo como consigna de rebeldía contra contra el invasor, contra las epidemias, contra los recortes económicos, los derechos sociales, contra las discriminaciones diversas. Pues bien, ahora estamos en España en ese momento de resistencia. La ofensiva de la derecha conservadora y los partidos ultraconservadores arrecia feroz en el mundo y en Europa. La marea ha resurgido en España.
Como en los tiempos amargos de la guerra civil, las izquierdas se han dedicado a pelearse entre ellas y eso ha trasmitido a los ciudadanos sensación de desbarajuste, de descontrol, Y, aunque los hechos de la economía y la sociedad demuestren lo contrario, el ciudadano reclama firmeza, seguridad de que nada enturbiará su cotidianeidad, ya de por sí complicada. Cuando eso sucede, la gente mira a la derecha autoritaria. Antes se creía en el mantra de la derecha como mejor gestora que la izquierda, la creencia se ha quebrado, así que hay que agarrarse a otro asidero: huir del gallinero que ha montado la izquierda. Aunque en paralelo, la derecha ya, antes de llegar al poder, haya organizado su propio gallinero.
El resultado de las elecciones municipales y autonómicas es el primer paso para la implantación de un gobierno neoliberal, autoritario, discriminatorio, negacionista del cambio climático y de casi todo, en la versión de la derecha. Con la reciente victoria la cuestión se establece entre el “pasarán o no pasarán”. La resistencia de la República no pudo resultar peor. ¿Será el PSOE capaz de convocar a los ciudadanos a un proyecto mayoritario? ¿Será capaz de movilizarlos para que se enganchen a ese proyecto? Dispone de poco tiempo, de pocos instrumentos, de pocos medios de comunicación para resistir las embestidas furiosas de la dos derechas: la conservadora y la ultraconservadora. Y como lo ven al alcance de la mano, ya no les importan ni los programas ni promesas, solo “derribar el sanchismo”.
Frente a ese proyecto irreal, la izquierda debe aferrarse al “no pasarán.” Para ello se necesitan convicciones ideológicas, municiones emocionales y recursos humanos. Apenas entran en la balanza los buenos resultados económicos, la disminución del desempleo, los derechos conquistados. Se dan por merecidos los derechos y las mejoras. Los esfuerzos realizados para llegar a este momento histórico de España se consideran amortizados. Hay que situarse, entonces, en una dimensión más épica: ganar la mayoría absoluta. Contener, en el Sur de Europa, la onda expansiva de la derecha reaccionaria y empobrecedora. La libertad cotidiana está en juego, los logros colectivos amenazados, los servicios públicos ante los objetivos de los intereses privados. El PSOE se juega el futuro de España y su propio futuro. No es pequeño el envite. Un partido, como el PSOE, que ha protagonizado los momentos más brillantes de la etapa democrática reciente, se encuentra en la peor encrucijada de su historia, por muy larga que haya sido. Se juega terminar el proceso, iniciado con el gobierno nacido de aquella feliz moción de censura, (no se olvide, por la corrupción sistémica del PP), de la modernización del modelo productivo y de la implantación masiva de las nuevas tecnologías. Se dilucida asimismo si se controlarán los efectos que provocan el cambio climático, cuyas consecuencias ya vemos, o si continuamos con proyectos como los de Doñana, el Mar Menor o la pervivencia de las Centrales Nucleares. ¿Pasarán, no pasarán?