De lo que tendrían qué habla los socialistas es de las medidas progresistas que se han aprobado recientemente. En la primera sesión importante del Congreso de los Diputados, tras un verano convulso y un otoño esquizofrénico, los partidos políticos, en una Cámara fragmentada, se han puesto de acuerdo en medidas económicas que favorecen a la mayoría de la sociedad española. Qué la derecha se oponga es la habitual. Qué la derecha no quiere que haya un gobierno de izquierdas lo sabemos. Desde las elecciones del mes de julio, la derecha apostó por gobernar en Comunidades y Municipios con Vox y gobernar la Nación con mayoría insuficiente. Es decir, gobernar como fuera. Bueno, mejor con la posición sumisa del PSOE. Algo que los ciudadanos no quisieron con sus votos y los militantes socialistas rechazaron con los suyos en votación interna. Ante el fiasco de la derecha juraron guerra total contra un gobierno que no fuera el suyo. Y en eso mantiene la derecha sin excepción.
Para la primera votación trascendente que se celebraría tras las elecciones, la derecha contaba con el fracaso del gobierno. La estrategia hubiera sido pedir nuevas elecciones. No aprobar las medidas sociales que se contenían en los decretos leyes, como el incremento de las pensiones, la subvención del transporte público o que no se recibieran 10.000 millones de la Unión Europea era el objetivo. Pero nuevamente las expectativas de la derecha fallaron, excepto en el decreto de los subsidios de los parados por la inmersión de Podemos en los avernos de las revanchas y ajustes de cuenta con sus antiguos socios. Se volverá a repetir, porque el odio es personal y se cuela frecuentemente en la izquierda. El fiasco de las expectativas de la derecha les enrabietó más. Y anunciaron guerra, más violenta, “sin cuartel”. O sea, sin concesiones ni prisioneros, que es lo que significa esa expresión del Sr Feijóo. La derecha española se ha introducido en el modo bélico y no quiere salir de ese ámbito. Se sitúa en una cruzada metafórica a imitación de la cruzada sangrienta del 36. Lo que la derecha pide es destrucción, aniquilar las políticas que suben el salario mínimo interprofesional, congelar los gastos sociales, dinamitar el diálogo con los partidos independentistas de España con falaces discursos morales.
En esta guerra “sin cuartel”, que protagoniza la derecha, de lo que deberían hablar los socialistas ha quedado sepultado por la ofensiva mediática y ruidosa con formulaciones de factura estrictamente bélica: rendición, humillación, traición. Los cascotes de la ofensiva han tapado el conjunto de medidas progresistas que el gobierno ha aprobado. Conscientes de esto, los socialistas no deberían caer en las trampas de la derecha y obviar su propio discurso de progreso para la mayoría social. Y es que no termina una escaramuza, cuando ya se anuncia la siguiente ofensiva: en la calle, en los tribunales, en el Parlamento. Se repite, una y otra vez, la tragedia histórica de España. Como en un bucle secular, la derecha rechaza el progreso, las políticas socialdemócratas de la izquierda y los esfuerzos cohesionadores de la sociedad española en favor de una convivencia sin obstáculos. Eligen la imposición al diálogo, las mayorías a los acuerdos y pactos. El desgaste de las instituciones de la democracia a la tranquilidad. En fin, el drama sempiterno hispano, reproducido hasta la extenuación. Y sí de esto, o parecido, no hablan los socialistas es que algo grave, muy grave, está pasando. Y si la enfermedad es grave habría que tratarla, no ignórala.