Lluvia y procesiones en la Semana Santa del año 2024. Ha llovido mucho. Son, al fin, lluvias de primavera. Empleemos un tópico antiguo y desgastado ahora que caminamos hacia una involución confusa: la lluvia son las lágrimas del cielo. Las lluvias celestes se confundirán con lágrimas terrenales. Las de gentes que lloran porque la imagen tal o cual no ha podido salir a la calle -guerra al periodístico "procesionar"-. ¿Por qué lloran? Tal vez porque llevan todo el año esperando el acontecimiento. Tal vez porque se emocionan hasta lo incontenible con una imagen que permanece encerrada en una iglesia y que en la procesión ven de otra manera, al ritmo acompasado de hombres y mujeres, con fondo de tambores y trompetas que erizan las sensibilidades líquidas del siglo XXI. Emociones cotidianas en los escenarios surrealistas de la España de la Semana Santa. En cuanto al negocio, más visitantes que nunca, precios más altos que nunca, hoteles y restaurantes al completo. Temporada salvada.
Ha habido otras lágrimas. Las del jugador de fútbol Vinicius. Insultado, empujado, abrumado por el color de su piel. En la España de la Semana Santa, descubrimos otra realidad: somos una sociedad racista. Nos inquietan los inmigrantes negros y nos molestan menos los inmigrantes blancos. Entre los ciudadanos, unos son racistas a conciencia, otros no lo saben, pero en las condiciones adecuadas aparece la xenofobia que subyace aletargada entre nuestros valores dudosos. Alguien ha dicho que "va de víctima" y eso se dice en una sociedad en la que todos nos consideramos víctimas de algo o de alguien. Es un joven que ha plantado cara a los insultos en los estadios. En algunos se reproducen gestos simiescos. Desde luego no es el primero. Antes o eran más indiferentes y pasaban de los gritos y los gestos de los hinchas irracionales o lo llevaban como podían. Se sabe que en el fútbol hay muchas cosas a evitar, pero da miedo llevar la contraria a ciertos grupos, disminuye la popularidad de los directivos. Por eso dan largas, no se toman medidas. Además, el chico es un poco broncas, si fuera más sumiso…
Trágicas son las lágrimas que se derraman en las guerras. Las de los familiares de los asesinados por unos terroristas en nombre de un determinado califato. En proporción al terror los dirigentes de Rusia no han tenido inconvenientes en mostrar a los supuestos terroristas con las huellas del mal trato. ¿Derechos humanos? ¿Quién los va a reclamar después de la carnicería? Los contemplamos en las imágenes de los medios de comunicación y sí lo aceptamos de manera acrítica nos embruteceremos un poco más. Es otro paso en el camino que nos lleva a olvidar las lágrimas de los familiares de los muertos en la guerra de Ucrania, que vemos con la indiferencia del transcurrir del tiempo y de la distancia geográfica. Lloran, más y más, los habitantes de ese territorio, Gaza, que les están usurpando los israelíes en nombre de una venganza por un terrorismo anterior. ¿Tiene límites la venganza? ¿Cuáles son: la cantidad de muertos, los millones de desplazados, los hospitales destruidos, las viviendas arrasadas, las escuelas inhabilitadas, el futuro imprevisible? Quieren expulsar del territorio a los antiguos ocupantes. Lo hicieron hace años. Lo hacían hace milenios. Existe un hilo bíblico. El Sr. Aznar, siempre en el lado oscuro de la Historia, lo ha dejado claro: "Israel tiene que terminar bien esta operación". Lágrimas en la lluvia que se evaporarán con los calores del próximo verano sahariano.