Sin duda, la cultura en la que el hombre actual navega, piensa y siente, es heredera de alguna manera de la que nació bajo el manto de lo que el célebre sociólogo Max Weber llamó “racionalización occidental” que margina a la religión como algo propio del mundo irracional y mágico. Es célebre su teoría sobre el “desencantamiento del mundo” para explicar el proceso de secularización en que vive sumida nuestra sociedad. Y aunque muchos comienzan a hablar en la actualidad de un “desencanto del desencanto”, la realidad es que en nuestra cultura se ha instalado la indiferencia religiosa como forma de vida.
Esta indiferencia religiosa que ya forma parte de las estructuras de acogida en las que el hombre nace, crece y se educa está produciendo un vacío cultural de daños incalculables para el progreso de la humanidad. Se comienza a olvidar que el ser humano es un animal de sentido, de símbolos; que por encima de la racionalidad instrumental necesita dar palabra a las realidades más profundas y a las experiencias más hondas: la vida, la amistad, la muerte, el amor, la esperanza…
Desde este vacío, la cultura se ha quedado muda y sin palabras para comprender y hablar sobre la Estrella de Belén. La fuerza de la tecnología nos deslumbra y el whatsapp nos entretiene y se pierde en un mar de cábalas y explicaciones científicas o pseudocientíficas, intentando racionalizar el Mensaje sobre la estrella que siguieron los Magos de Oriente: ¿conjunción de planetas, o cometa, o más exactamente una nova, o…?
Esta autosuficiencia técnica nos incapacita para captar el significado plenamente humano al igual que divino de la narración, y nos hace olvidar que todas las personas tenemos en nuestro horizonte vital una estrella que ilumina y orienta nuestra vida y opciones fundamentales; una estrella que nos atrae, y promueve en nosotros la dimensión utópica, tan denostada en la cultura actual; una estrella que nos separara del encuentro con la cultura del poder, de la ambición, de la eliminación del contrario y de los más indefensos.
Nuestra sociedad necesita un reencantamiento del mundo para poder encontrarse con la estrella que siguieron los magos; y como a ellos, nos adentre en su casa, nos llene de alegría y nos enseñe a dar, a soñar… Y a saber escoger rutas diferentes.
Epílogo: los Magos después de ver al Niño, en un relato incompleto -como si fuera una historia inacabada- vuelven por otro camino. Es el gran relato de la aventura humana, de los hombres que miran, buscan, escogen, encuentran…