Opinar y escribir en estos momentos sobre pactos políticos en España es correr un riesgo, pero tampoco el guardar silencio nada o menos soluciona.
Reconociendo que el derecho al voto y las propias elecciones son una necesidad recogida en nuestra Constitución, no es menos cierto que el haber tenido que acudir dos veces a las urnas en un mismo mes, con todo lo que ello conlleva, ha supuesto para los españoles un incordio considerable.
Para empezar, si tal acto solo consistiera en tener que depositar las papeletas de la formación política elegida, tampoco el sacrificio resultaría abrumador. El problema radica en que soportar dos campañas electorales al margen de lo expuesto con la consiguiente repercusión en los medios de comunicación, suponen un hartazgo considerable escuchando la apabullante retahíla de promesas de los políticos pertenecientes a los distintos partidos, todo ello vinculado a sus monótonas declaraciones, repetitivos mítines e inaguantables debates, que en su conjunto resultan soporíferos.
Posteriormente, afrontar el juego de los pactos con los presuntos acuerdos, convenios y chalaneos varios a los que los ciudadanos asistimos como convidados de piedra, tampoco no son precisamente gratos a golpe de repeticiones y negociaciones: tu me apoyas en Madrid y yo te resuelvo lo de Nevara… etcétera, a lo cual hay que añadir el problema de las personas que ocuparán, tras las consiguientes discusiones, dichos cargos. Tarea que pareciendo sencilla a simple vista realmente es todo lo contrario, motivado por la entrada del conflicto de intereses.
La estrategia de los pactos, normalmente, consiste en presionar e intimidar al posible socio hasta que ceda y obtener los beneficios perseguidos. En esta ocasión, lo curioso del caso es que siendo Sánchez el encargado de formar Gobierno, hasta el momento no ha dado un solo paso para ser investido por la mayoría de la Cámara.
En principio, para el presidente en funciones, la investidura no tiene más recorrido que negociar con Unidas Podemos, PNV y algunas abstenciones de grupos minoritarios, si bien es de todos conocido que a Sánchez le repatea el empecinamiento de Iglesias exigiendo un Gobierno de coalición con el nombramiento de los consiguientes ministros en función de la aportación de sus 42 diputados, algo que el líder del PSOE trata de rechazar hasta el grado de que en caso de no llegarse a un acuerdo ya se cuestiona la necesidad de recurrir a unas segundas elecciones generales.
En otro orden pero continuando con la pauta electoral, el próximo sábado día 15, obligatoriamente deberán quedar decididos todos los nombramientos de alcaldes a nivel nacional. Siendo muchos los temas que a estas alturas quedan por solventar. Incluidas las problemáticas designaciones de Madrid y Barcelona. La casuística pendiente es altamente compleja, materia sobre la que los ciudadanos ignoramos en su totalidad.
Para los políticos, tras finalizar el paso por las urnas, los ciudadanos quedamos incorporados a la categoría de los olvidados que no estamos en la memoria de nadie. Inquilinos del vacío que pasamos inadvertidos e ignorados física e intelectualmente. Mal informados y relegados al papel de meros observadores. Eso y muy poco más es lo que representamos para los políticos, a los que salvo escasísimas excepciones, solo les ocupa y preocupa su propia ambición como meta final y poder seguir ejerciendo como distinguidos “trepas” de la cosa... ¡¡Tiempo al tiempo!!
Atentamente.