“Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos, que al corazón le llega poca sangre”. Es el grito poético que a Gloria Fuertes le saldría de su alma sensible y compasiva al leer el informe FOESSA sobre exclusión y desarrollo social en España 2019. Es el grito de una sociedad que, pese a la indiferencia sobre lo que no le atañe personalmente y a la pérdida de muchos valores humanitarios, aún contiene aire suficiente en sus pulmones para poder responder a la llamada solidaria que demandan muchos de sus datos. Es el grito, en fin, de muchos ciudadanos indignados que, ante la realidad que viven, desconfian de la actual clase política instalada en el cortoplacismo y amarrada al poder, y se adhieren al reclamo de los movimientos populistas.
Resulta difícil, muy difícil, digerir las casi seiscientas páginas del prestigioso informe FOESSA, que se acaba de hacer público en su octava edición, y que trata de llevar a reflexión y debate “las secuelas de los últimos diez años en términos de cohesión social después de un período de recuperación económica”. Las cifras que ofrecen sus encuestas son ya de por sí llamativas, escuecen y dan qué pensar: 8,5 millones de excluidos que representan el 18,4% de la población y suponen 1,2 millones más que em 2007. Son datos que no pueden pasar desapercibidos para nuestra sociedad y para la clase política.
Pero si las cifras son importantes, el análisis-diagnóstico que realiza sobre las causas profundas de tan grave enfermedad social es altamente iluminador. El capítulo I que lo titula la gran desvinculación ofrece las claves para interpretar correctamente la problemática que plantean estas cifras y sus repercusiones para el futuro de nuestro país y para el modelo social vigente en nuestro mundo globalizado: “Vivimos en un momento de clara mutación social -señala-. Un tiempo donde las brechas que se están produciendo, como la desigualdad, la debilidad de los sistemas de gobernanza globales, la erosión de las instituciones públicas, la gestión insolidaria de las crisis, el ascenso de los particularismos y las actitudes reactivas y xenófobas que consolidan el individualismo posesivo, están hipotecando nuestro futuro.”
Cifras y diagnóstico que supondrían muchas jornadas de trabajo parlamentario si nuestra clase política fuese capaz de aparcar sus intereses de grupo, y tuviese bien interiorizado el ideal de servicio que conlleva toda acción política. Podrían cantar con Gloria Fuertes “¿Qué importancia tiene todo esto, mientras haya en mi barrio una mesa sin patas, un niño sin zapatos o un contable tosiendo, un banquete de cáscaras, un concierto de perros, una ópera de sarna?”.