Si la información que te llega es abundante, si prefieres competir, y te aburre cooperar, si buscas las perfección, y detestas las cosas mal hechas. Si te pasa esto, posiblemente seas una persona inquieta, una persona ansiosa, una persona de poco sofá.
La ansiedad no es una emoción mala. Al igual que el agua del río, es buena, hasta que se desborda. Hay que aprender a gestionarla. A canalizarla. Si el nivel es el correcto, tu rendimiento sube. Y baja, si supera los límites. Cuando piensas en sus raíces o causas, piensas en tus tendencias y en los recuerdos inconscientes. Hay trastornos de ansiedad que llaman la atención. Ejemplos: La fobia social y las obsesiones. ¡Ah, y las fobias específicas! Personas con miedo a relacionarse. Personas obsesionadas con la limpieza. Personas que le tienen miedo a la sangre, o en el avión, o los ratones.
Hay otras emociones, mucho más simples, que también nos conviene considerar. Ahora veremos la razón: 1. La rabia o irritación. Porque dificulta el aprendizaje. 2. La inseguridad y el miedo. Porque dificulta la reflexión,. 3. La alegría, porque favorece la creatividad. La gente opina, que hay emociones constructivas y emociones destructivas. Pero, lo cierto es, que el veneno está en la dosis.