Parece que el tiempo hubiera cambiado su cadencia, parece que la primera semana de marzo hubiera ocurrido hace muchísimo tiempo y a la vez parece como si ese tiempo hubiera transcurrido muy deprisa.
Tengo la sensación de haber envejecido en dos meses varios años, como si un peso imperceptible a la vista se hubiera instalado sobre mis espaldas.
Siento la pérdida tangible de tantas y tantas cosas, de tantas personas… A lo que está claro que habrá que adaptarse, pero en este momento me parece tan difícil esa adaptación...
Cosas que siempre he visto como cotidianas, ahora me doy cuenta de que realmente son casi mágicas.
Un tranquilo paseo por el parque en un día de sol, mientras oyes de fondo los gritos y risas de niños jugando, sin pensar en que eso sea algo peligroso...
Quedar con amigos a comer, cenar, tomar un café, tomar unas cañas, en fin a lo que sea, simplemente para estar juntos y hablar un rato, compartir alegrías, compartir penas, a menos de dos metros de distancia…
Y los abrazos, una amiga mía dice que los abrazos, para ser de verdad, tienen que durar al menos 8 segundos, eso que en su momento igual podía parecer una exageración, visto desde el prisma actual es fácil que cuando podamos abrazarnos de nuevo se nos queden cortos… tenemos tantos segundos por recuperar...