Lugar de trabajo de los desdichados esclavos a finales del siglo XIX en el sur de EE.UU. Dependían de la voluntad de su amo y tenían que obedecerlo y complacerlo “¡Si, mi amo!”, contestaban. Era la forma de sobrevivir a su penosa vida. Hoy día, desgraciadamente, en muchos lugares del planeta todavía sigue existiendo la esclavitud en sus diferentes vertientes.
Aunque la comparación con la situación que he mencionado en el párrafo anterior no tiene nada que ver con nuestro día a día, su transfondo se asemeja al comportamiento que mantienen algunas personas al servicio de otras, quedando totalmente anuladas y siendo incapaces de vivir su propia vida.
Una vez hecha esta aclaración, diré que en algún momento de nuestras vidas quizás hayamos estado en “PLANTACIONES” (apodo con el que he denominado este comportamiento). Bien sea con amigos, pareja, compañeros, familiares… y, aunque en la actualidad no es por supervivencia, si lo es por miedo. Miedo a cambiar las cosas, miedo a quedarse solo, miedo a vivir una vida diferente, miedo a salir de la zona de confort, miedo a decir no… y nos supeditamos a lo que tenemos, “aún sabiendo que estamos perdiendo una de las cosas mas valiosas que poseemos, nuestra autoestima”. Es difícil salir de esta burbuja (aunque no imposible), pero... ¿Cómo cambiar?, ¿qué hay que hacer para salir de esta situación?
Se debe comenzar con pequeñas cosas para no desanimarse e ir poco a poco, con el fin de reforzar la seguridad en nosotros mismos. Este refuerzo estimulará la necesidad de realizar más cambios, y sin darnos cuenta, iremos modificando nuestra manera de pensar y actuar. De esta forma iremos rompiendo las cadenas de la esclavitud en la que nos encontramos. Todo cambio produce ansiedad a lo desconocido, pero hay que seguir adelante. El quedarse parados es vivir la vida de otros, y esto conlleva frustración y falsa felicidad.
Cuando nos preguntemos (cada uno hará esta reflexión dependiendo de sus circunstancias) “¿Qué he hecho con mi vida?”: ¿he vivido coherentemente?, ¿he sido honesta conmigo y con los demás?, ¿me he amado?, ¿he amado?, ¿me han amado?, ¿he perdonado?, ¿me he perdonado?, ¿me he caído y me he levantado una y otra vez?, ¿he soñado?, ¿he reído?, ¿he sido feliz?… Sea cual sea nuestra respuesta, deberemos aceptarnos como somos, con amor, comprensión y serenidad.
Quizás sea duro cambiar hábitos o comenzar de nuevo, pero eso nos hace más fuertes y sabios, y la vida siempre ofrece puertas abiertas. Mi abuela siempre me decía “ten esperanza, cuando una puerta se cierra ciento se abren”. Hay que intentarlo, aunque sea un paso muy muy pequeño, ya es un gran logro.
Afortunadamente todos podemos cambiar a mejor.
Que los sueños y la alegría os acompañen siempre.