Alguien, algún consejero o consejera, alguna presidenta o presidente

autonómico, algún ministro o ministra o el propio presidente del gobierno

español, debería explicarnos el significado y el fin de este juego macabro

al que estamos jugando, desde finales del mes de junio hasta la fecha. Sí,

es verdad que no solo jugamos aquí en España, sino que es un juego que tiene

afectos en otros países, la estupidez no entiende de fronteras igual que el

virus que nos asola pero como el tejer de Penélope, entramos en un bucle que

parece interminable.

Causa asombro escuchar de boca de responsables de las administraciones,

indicar que “como se esperaba”, “como nos temíamos”, “como consecuencia de”

y lo último es la afirmación del Dr. Simón, sé que él no tiene poder de

decisión pero que salga en la rueda de prensa de este lunes afirmando que

como hemos pasado unas vacaciones de navidad mejor de lo que debíamos,

tenemos estos resultados, me parece, como mínimo, poco respetuoso con una

parte de la población, no sé si mayoritaria o minoritaria que lleva todos

estos largos meses, siguiendo un protocolo riguroso para intentar minimizar

el riesgo de infección, siguiendo recomendaciones de las autoridades

sanitarias, entre las que se incluye él mismo que esta y ha estado en las

reuniones con el ministro y demás personas de su departamento así como con

los responsables de sanidad de los gobiernos autonómicos y ahí es donde,

entiendo, debería imponer su criterio y el de sus colaboradores como

personal técnico al servicio de la sanidad pública y si no es respetado ni

puesto en valor, dejar de bailar el agua a los que, en nombre de no sabemos

que intereses, imponen bajo recomendaciones, conductas a seguir en

determinados momentos, concretamente y recientemente, en estas fiestas

navideñas.

Un presidente muy cercano a nosotros comentó que no se entendería que por

segunda vez se dijera a los ciudadanos que nos ha vuelto a pillar

desprevenidos una segunda ola, pues no entiendo como nos va a explicar una

tercera.

Aún tenemos las consecuencias del paso por nuestras tierras de Filomena, “la

naturaleza nos ha desbordado”, comentó con agradecida humildad, Milagros

Tolón en rueda de prensa. ¿Qué hubiéramos pensado si nos hubieran animado a

salir a las calles y plazas, disfrutar del centro de nuestras ciudades, ir a

los comercios, o salir solo en ciertos barrios donde solo estuvieran

colapsadas unas calles y en otras zonas no? ¿Qué pensaríamos si se hubiera

animado a la gente a seguir circulando con sus coches, sin restricción

alguna para reunirse con algún familiar o “allegado”? No lo entenderíamos.

Tampoco nadie lo ha recomendado, el solo hecho de ver el estado en que se

han quedado las poblaciones por donde ha pasado la borrasca, desaconsejan

esas prácticas.

Es un caos que se ve, se palpa, todos vemos las consecuencias. El otro caos

solo se ve y se palpa por los que verdaderamente están viviendo una

pandemia, los que están con los enfermos, los que lloran por las perdidas,

los que están pendientes de las necesidades de la sociedad, el resto de la

población, los que solo viven confinamientos y restricciones más o menos

duras, no lo ven como parece que tampoco lo ven nuestros queridos gestores

públicos.

La presidenta de Madrid ve que la capital está colapsada, sin movilidad, con

preocupación por el abastecimiento pero no ve que en el subsuelo se apiñan

como nunca por falta de transporte en la superficie, las personas que tienen

que realizar trabajos o solo porque quieren pasar un momento lúdico, el que

diga que en el metro hay seguridad porque no se abraza la gente, ni habla,

ni come y que el aire se renueva constantemente, como ha indicado en una

entrevista en una cadena de televisión, esclarece la calidad competencial,

en mayor o menor medida de los que tienen que gestionar la mayor crisis

sanitaria que hemos conocido, es no ver o no querer ver, en este caso, las

consecuencias que puede tener no gestionar los problemas con sensatez. El

caos que vemos con claridad, en el que estamos sumergidos por culpa de

Filomena y sus consecuencias es el mismo caos, aunque todos no lo vemos, en

el que llevamos sumidos desde el mes de marzo del año pasado y lo más grave

es que se puede poner en peligro la única solución que ya tenemos aquí, la

vacuna.