No es fácil escribir esta carta abierta para asumir un error y pedir disculpas, pero todos estamos aprendiendo constantemente en nuestra vidas, pues esta es la única manera de construir una sociedad mejor, en la que mujeres y hombres podamos vivir en igualdad. Forma parte de la responsabilidad individual ser conscientes de aquellas actitudes y comportamientos, que si un día fueron bien vistos socialmente, hoy deben considerarse inadmisibles y debemos erradicar.
Escribo esta carta abierta porque quiero pedir públicamente disculpas por un incidente del que fui protagonista hace unos meses en el parking de un supermercado conquense y que me ha servido para reflexionar sobre la importancia de cambiar nuestros comportamientos individuales para que la sociedad cambie y predomine la igualdad.
Acudí a hacer unas compras a este supermercado y al tratar de aparcar disputé haciendo una maniobra incorrecta una plaza de aparcamiento con otro vehículo que, cumpliendo en todo momento la ley de seguridad vial que rige en el parking, ocupó la plaza libre apenas unos segundos antes. Creyéndome agraviado descendí de mi vehículo e increpé de malas maneras a la conductora del otro vehículo, aunque en ese momento creía que lo único que hacía era defender lo que creía mis derechos, me excedí tanto en las palabras como en las formas en una actitud claramente censurable y que fue reprobada por algunos de los testigos. Una agresividad en la que hemos sido educados muchos hombres a lo largo de los tiempos y que siempre hemos considerado natural y propia de nuestra condición masculina.
Obviamente, pasados los primeros momentos fui consciente de lo excesiva de mi actitud, pero ya era tarde para disculparme, cada uno había seguido su camino y el tiempo no marcha nunca hacia atrás para borrar los errores cometidos.
Reflexionando sobre lo ocurrido durante estos días y, más allá de los problemas legales que puede acarrear este suceso, pues he recibido la notificación de la denuncia de los hechos por parte de la conductora, he creído necesario hacer públicas estas líneas, pues me considero una persona que aprende constantemente de la vida y, aunque como muchos hombres de mi edad hemos sido educados y hemos vivido en una sociedad claramente machista, tenemos que ser capaces de cambiar nuestra manera de pensar y contribuir a una sociedad igualitaria entre hombres y mujeres.
Una simple anécdota como pudo ser la disputa por un aparcamiento en el supermercado que puede convertirse en un grave problema legal pero que, sobre todo, ha servido para hacerme más consciente de la importancia de que todas y todos somos importantes a la hora de construir un mundo sin actitudes machistas.