Así lo definía un célebre historiador al referirse a las innumerables muestras de su pasado. Pero, por desgracia, el presente no hace honor a la historia. Está en comedio porque el centro peninsular de nuestra Península Ibérica está muy próximo al pueblo de Oropesa. Su situación es privilegiada: En lo referente a comunicación cruzan por su término municipal la carretera N-V y el ferrocarril, ambos de Madrid a Portugal. Y, además, en su atractivo encanto monumental, que como símbolo especial tiene el palacio condal, convertido en Parador Nacional de Turismo. Está enclavado entre el cauce de los ríos Tajo y Tiétar y la sierra de Gredos y en el límite con las provincias de Cáceres y Ávila.
Con estas credenciales, podría suponerse que su prosperidad estaría asegurada. Pero la realidad es otra: Cuando en el año 1.950 contaba con 4.578 habitantes, al 31 de diciembre del pasado 2020, su población era de 2.626 habitantes. Su término municipal es el tercero de nuestra provincia, con 336 Ktros2., y no existe ninguna explicación a este decrecimiento, cuando goza de todos los condimentos para ser, lo que siempre fue, una villa capital histórica de lo que fue el Campo de Arañuelo título que hoy ostenta la villa cacereña de Navalmoral de la Mata por su mejor suerte en el crecimiento de toda índole. Muchos privilegios le fueron adjudicados, ejemplo por Alfonso X El Sabio que en su época de reinado ordenó "que se construyeran junto a sus murallas casas para que fueran habitadas a modo de las existentes en los pueblos próximos, Lagartera y Torralba de Oropesa".
Es evidente que no es Oropesa la única población de la llamada Campana de Oropesa, la que en mayor o menor medida han corrido la misma suerte, son todas las componentes indicada comarca, particularmente Lagartera y Puente del Arzobispo, que gozan de fama nacional por sus respectivos bordados y cerámica.