Todos recordamos cómo empezó la revolución rusa, por un plato de sopa. Por un plato de sopa en el acorazado Potemkin se empezó una revolución que terminó con el gobierno zarista. Esto ocurrió en el marco de una pobreza y una opresión extrema impulsada por el régimen zarista en medio de una crisis económica y social. Hoy en día nos encontramos en una situación en la que la población está exacerbada por una crisis económica que lleva años haciendo estragos en nuestra sociedad, paro, pobreza, expolio a nuestras instituciones públicas y una distancia a nivel institucional entre los políticos y el pueblo.
Tras los asuntos acaecidos en Linares he llegado a la conclusión de varias cosas. La sociedad está harta y un agravio hecho por unos empleados públicos a nuestro pueblo puede llevar a situaciones muy complejas y difíciles. En este punto se juntan varios factores, tenemos una justicia lenta, tenemos unos dirigentes que aún no han dado la cara, y mientras que el pueblo de Linares se levanta con el apoyo del resto de españoles, todavía no hay un dirigente ni ningún órgano oficial declarando su repulsa a estos hechos. Vivimos en un gobierno socialista en el que supuestamente se defienden los derechos humanos. Con el auge de la extrema derecha, los bulos circulando por doquier, una pandemia que no da tregua y un congreso polarizado, todos nosotros nos enfrentamos a momentos difíciles. Todos formamos parte y tenemos que tomar cartas en el asunto, debemos hacer un acto de reflexión y pensar que es lo que queremos para España, seguir polarizados o apoyarnos unos a otros. Si continuamos así, es muy posible que esto vaya a peor. Necesitamos a personas que realmente defiendan los intereses del pueblo, sin robar, sin abusar, un verdadero control de quien entra en nuestras instituciones y con penas graves por aprovecharse de su puesto para agredir o abusar del pueblo.
Si cada vez empeoramos más la situación, gobierno tras gobierno, sin luchar por los puntos en común que tenemos todos, desde el más rico hasta al más pobre, desde la ideología más extrema hasta la más parca. Si cada uno de nosotros no nos tratamos como hermanos y no pedimos responsabilidades a nuestros políticos por no ponerse de acuerdo pese a la ideología e intereses de cada uno, corremos el riesgo de que haya un momento en el que pase lo mismo que en el acorazado Potemkin, que por un simple plato de sopa ocurra lo que nadie quiere.