LIBERTAD DE EXPRESIÓN - Nicolás Galán Serrano (19 de febrero de 2021)
Hemos escuchando, leído y visto mucho, sobre todo en los últimos días,
respecto a un derecho fundamental en una sociedad libre y democrática. El
derecho a la libertad de expresión.
La libertad de expresión ¿tiene que considerarse una libertad sin límite
alguno o tiene que haber alguna acotación en su uso?
Estamos ante el dilema que creo superamos hace meses, cuando nos
confrontaron con la afirmación de que la democracia esta por encima de
cualquier norma o ley.
La democracia tiene unas normas, surgidas de la misma democracia. Son éstas
las que la defienden ante ataques que puedan acabar con ella. Son sus reglas
de juego, pudiendo modificarlas o cambiarlas en base a los acuerdos que se
tomen para ello de forma democrática.
“Mi libertad termina donde empieza la de los demás” dijo Jean Paul Sartre.
Esto nos quiere decir que la libertad, concepto al que anteponemos hasta
nuestra propia existencia, valor supremo al que no escatimamos ningún
recurso para defenderlo y protegerlo como al mayor bien que puede tener el
ser humano, tiene un límite. La inclusión en la libertad del que esta
enfrente.
Tenemos otra concepción, otra idea que en cierta manera, también nos hace
libres y es la responsabilidad al ejercer nuestra libertad. El respeto hacia
los demás. En democracia el no respetar las normas, las leyes que nos hacen
funcionar y avanzar como sociedad libre, lleva a la destrucción democrática.
Al igual que no respetar la libertad de los demás, nos llevaría a la
inexistencia de nuestra propia libertad.
La Constitución así lo indica en su articulo 20, punto 4, diciéndonos que la
libertad de expresión, pensamiento, publicación, etc. tiene su límite en el
respeto a los derechos reconocidos en su Título 1, en los que establezcan
las leyes que lo desarrollen, en el derecho al honor, la intimidad, la
propia imagen y la protección de la juventud y de la infancia.
No soy jurista y no me meteré en terrenos que desconozco por completo.
Seguro que habría debate para mucho más, pero no creo en sentencias
absolutas, en dogmas de fe, todo tiene su explicación y sus límites. Límites
en los que nos podemos mover con libertad y permitir que los demás puedan
hacer lo mismo. En este principio se basa la propia convivencia, la
supervivencia de la propia sociedad.
Es cierto que en la situación en la que nos encontramos ahora mismo,
actitudes o expresiones que antes nos parecían intolerables, en este
contexto actual, pueden darse como más permisibles por parecernos menos
peligrosas, menos ofensivas para una parte de la sociedad y que gracias a la
intolerancia que exigimos con ellas en el pasado y su firme condena, hoy han
desaparecido de nuestras vidas. Pero no podemos olvidarlo, tenemos que
seguir avanzando y para ello no hay que negarlas. La memoria histórica hay
que conservarla para toda nuestra historia pasada y reciente. Recordar que
existieron bandas organizadas que no luchaban para defender derechos de
nadie, sino que causaban el mayor daño irreparable que podían realizar.
Recordar que sigue habiendo ciudadanos y ciudadanas que viven con ese
recuerdo, en su piel y en sus pensamientos, con las secuelas de sus
acciones.
Expresiones como “¡ETA mátalos!” o grafitos de dianas con el nombre de
personas en su interior, no las deberíamos relegar al olvido, sobre todo por
el tremendo daño y sufrimiento que han causado. No las considerábamos como
expresiones realizadas al amparo de un derecho, sino como lo que eran,
amenazas que podían terminar con un dramático resultado. Ni los FRAP, ni los
GRAPO, ni los grupos varios de extrema derecha, ni ETA, ni los GAL, ni
ninguna banda armada, actuó en defensa de ninguna libertad para nadie, al
contrario, provocó y puso en peligro la misma, siendo las normas que nos
pusimos todos y la presión de la sociedad, las que ayudaron a terminar con
ellas.
Cualquier artista en función de su creatividad para expresar sentimientos,
pensamientos, opiniones, puede ejecutar su obra, ¡faltaría más! pero también
tiene que ser responsable de lo que expresa. Por muy vanguardista y
contestatario que se sea, no puedes ignorar la repercusión que tendrá tu
creación.
La nueva diosa del fascismo español es libre de expresar sus proclamas,
utilizando el marco de libertades que le brinda un país democrático, donde
se garantiza la libertad de manifestación y expresión de la que ella es
beneficiaria, pero tiene que ser consciente que su discurso señala a
personas que no son culpables de su irresponsabilidad e ignorancia. Debería
aprender que lo que defiende libremente, fue la causa de la mayor calamidad
que ha conocía Europa, cometiéndose los mayores crímenes que jamás se
podrían imaginar.
Un miembro del gobierno puede afirmar que cualquiera que tenga una presencia
pública y ejerza una responsabilidad en un medio de comunicación o en
política, está sometido tanto a la crítica como al insulto. O que el estado
al que él representa, tiene un déficit democrático. Es su opinión y está
amparado por la libertad de expresión pero tiene que ser consecuente y
pertinente con lo que representa.
Ni que decir tiene que el presidente del Tribunal Superior de Justicia de
Castilla y León, puede expresar que la democracia de un país se pone en
solfa desde que el partido comunista forma parte del gobierno. Pero
tendremos que exigirle cordura y coherencia por el cargo que ocupa.
En definitiva, la libertad de expresión como libertad que es, tendrá que
respetar el marco donde se utilice. Todos los comentarios y expresiones
expuestas anteriormente pueden ser protegidos por la libertad individual a
expresar lo que se piensa, sin censura alguna, pero no todos lo
consideraríamos como un derecho a expresarse, a emitir una opinión. Para
algunos solo serían expresiones delictivas y ofensivas que nada o poco
tienen que ver con la libertad de expresión.
“La libertad de expresión solo existe si hay pensamiento en esa expresión.
De nada sirve la libertad de expresión si solo se expresan estupideces”.
Esto lo dijo el filósofo Emilio Lledó. No tengo nada más que añadir.