De siempre me ha gustado pasear y a ser posible, ya que estamos, que el camino circule por paisajes que alegren la vista.
Y es curioso, pero desde el momento que pasé el covid, parece que veo todo más bonito… el verde es más verde… el azul mas intenso… las flores más alegres…
Ahora tengo que andar más despacio, no me queda otra, el ritmo al que lo hacía hace un año me sería imposible en este momento, quizás a ese ir más despacio le tengo que agradecer la capacidad que parezco haber “encontrado” de apreciar y sentir mejor la belleza…
No paro de echar fotos a diestro y siniestro, cada dos por tres paro porque he visto algo que me parece especialmente digno de ser recordado (no tendrán mucho valor artístico… pero a mi me gustan...), lo cual hace que algunas veces el paseo cunda todavía menos…
Y bueno... aunque me tenga que ayudar de un bastón para poder subir a alguno de los pequeños montes que hay salpicados por la llanura manchega y la falta de aliento no acompañe, el conseguir llegar arriba y ver la infinitud del paisaje merece la pena…
Tiempo de contemplación y en esa contemplación encuentro la paz que me quita esos tercos síntomas persistentes…
Lo perfecto-perfectísimo es tantas veces inalcanzable... está claro que son las “pequeñas alegrías” las que nos sazonan la vida…
No se si volveré a ser la de antes… así que de momento me quedaré con seguir disfrutando de esas “pequeñas alegrías” y de la belleza que hay a mi alrededor.