Confidencial

García Molina pasa en un sólo mes de ser la solución de Page a convertirse en su problema

27 septiembre, 2017 00:00

Ya lo hemos dicho en más de una ocasión. José García Molina se ha convertido en una estrella emergente para la izquierda de Castilla-La Mancha y en sólo dos años ha adquirido un protagonismo nunca visto en la política regional, pero eso no significa que esta situación sea buena ni para la sociedad castellano-manchega, ni para el Gobierno regional, ni para el presidente Emiliano García-Page. Tenemos incluso serias dudas de que la actitud y la personalidad política de García Molina terminen siendo beneficiosos para Podemos en Castilla-La Mancha, algo que, en todo caso, habrá que valorar en su momento a la luz de lo que tenga que pasar en los próximos meses. La meteórica carrera del líder regional de Podemos le está dando brillo político y protagonismo personal, pero todo lo demás es una incógnita ahora mismo.

Bajo esta perspectiva, hay una situación que sí parece clara a la vista de lo sucedido en torno a García Molina en los últimos días: el líder podemita de Castilla-La Mancha y vicepresidente segundo del Gobierno de Page ha pasado de ser la solución para mantener el poder y la estabilidad del PSOE en la Junta de Comunidades, apoyando unos presupuestos que el propio García Molina había desbaratado por completo, a convertirse en un serio problema para el propio Ejecutivo autonómico, ahora mismo cuestionado por tener en sus filas a un vicepresidente filoindependentista que apoya el referéndum catalán y que no deja de provocar polémicas dentro del propio Consejo de Gobierno de Castilla-La Mancha. Las dudas en torno a la transparencia de su patrimonio personal, recogidas ayer por el diario ABC y desmentidas por el propio García Molina, cuestionan la idoneidad del vicepresidente segundo para un cargo de tanta relevancia y, sobre todo, dejan a Page muy tocado en la propia credibilidad del Gobierno de Castilla-La Mancha.

En poco más de dos años García Molina ha demostrado, por culpa de la debilidad parlamentaria del PSOE en las Cortes regionales, que sabe tener pillado con fuerza al Gobierno de Page, hasta el punto de entrar como miembro de pleno derecho hasta su propio corazón y, desde dentro, generar problemas tan graves como las tensiones internas provocadas en torno a Cataluña. A finales de agosto el presidente Page metió a García Molina en el Ejecutivo autonómico y desde entonces el vicepresidente podemita, bien aleccionado por Pablo Iglesias, se ha encargado convenientemente de mostrar sus diferencias con el propio Page y con los socialistas, llegando al punto máximo de alta tensión cuando el pasado fin de semana se reunión en Barcelona con los líderes separatistas Oriol Junqueras y Ada Colau.

Es normal que el PP haya puesto cerco a Page por culpa de García Molina pero no es tan normal que un presidente socialista de Castilla-La Mancha se vea tan cercado por el líder de un partido con pocos votos y menos diputados regionales, cuyo poder procede precisamente de la debilidad de su socio el PSOE. Esta debilidad, bien utilizada por Podemos, puede ayudar a Page a tener a tiempo los Presupuestos pero a la vez puede provocarle un montón de problemas que debiliten al socialismo castellano-manchego y a su propia figura presidencial. García Molina no tiene evidentemente ningún interés en formar parte de este Gobierno socialista más allá de montar su estrategia e intentar minimizarlo. El enemigo en casa.