Confidencial

En el PP regional ocurre algo inaudito pese a no gobernar, lo contrario que en el PSOE

13 noviembre, 2017 00:00

En el PP de Castilla-La Mancha están viviendo una paz interna que no se ha conocido nunca durante el tiempo en el que no ha gobernado en la región, que ha sido durante la mayor parte de la historia de nuestra democracia. No están tan lejanos los tiempos en los que cada provincia campaba a sus anchas y los alcaldes y presidentes de diputaciones hacían las guerras por su cuenta. Por no hablar de las tensiones internas en cada provincia, en cada comarca y en muchos pueblos que escapaban al control de las direcciones provinciales, y mucho más de la sede regional de Toledo. La figura del presidente regional apenas era respetada en Madrid y en consecuencia tampoco lo hacían en la región. Y al secretario general menos todavía. El grupo parlamentario de las Cortes era un mundo aparte y los diputados y senadores o estaban a las órdenes de Génova o de sus respectivas direcciones provinciales. Quizá sea un punto exagerado lo expuesto hasta ahora, pero aquella falta de unidad y disciplina parece quedar más en evidencia a la vista de lo que ocurre en la actualidad.

No todo el mundo está de acuerdo con lo que ocurre de puertas adentro en el PP castellano-manchego, pero lo cierto es que nada de ello sale a la opinión pública y el partido da una imagen de cohesión y disciplina que no tuvo antes. El factor Cospedal es la clave de todo ello. Su capacidad de liderazgo y el hecho de ser la secretaria general han sido fundamentales para llegar a este punto, pero también lo ha sido el trabajo y la estrategia seguida por la dirección regional para poner a cada uno en su sitio para que la organización funcione como un reloj. El Congreso regional de Cuenca sirvió para consolidar el liderazgo del tándem Cospedal-Tirado y una nueva ejecutiva a imagen y semejanza de ellos. Los congresos provinciales cerraron el círculo con candidaturas únicas y unitarias en todas las provincias y con equipos jóvenes, muy leales a la dirección regional y muy en contacto diario con ella a través del grupo parlamentario de las Cortes. Sorprende sobre todo que el PP castellano-manchego sea una balsa de aceite sin estar tocando poder después de haber perdido el gobierno regional, dos diputaciones y un sinfín de grandes ayuntamientos.

El resultado de este trabajo de estructuración del partido ha permitido poner sobre la mesa la posibilidad de que el candidato para las autonómicas de 2019 sea Vicente Tirado sin que nadie se oponga ni diga una palabra más alta que otra. Al menos públicamente. La candidata será Cospedal, pero si no puede o no quiere lo será Tirado. O no. Pero no hay discusión ni pérdida de tiempo con esa cuestión.

La paz del PP no gobernando contrasta con la situación del PSOE que sí gobierna. Cuando a Cospedal le salió un rival que iba a disputarle la presidencia regional fue noticia en todos los medios nacionales. Al final no hubo alternativa. Page ha tenido que pelear las primarias y le han dado un mordisco importante a su porcentaje de liderazgo, y no ha pasado nada ni el asunto ha salido más allá de nuestro territorio. Igual está ocurriendo en los congresos provinciales socialistas, sobre todo en alguna provincia en la que la lucha por el poder es encarnizada y cainita. Esta paradójica situación entre la paz interna de un partido que no gobierna y el conflicto y la tensión dentro del que sí lo hace es ciertamente llamativa.

En todo caso tanto el PP como el PSOE se están haciendo más fuertes en Castilla-La Mancha, lo que supone un factor de estabilidad para el sistema bipartito que ha funcionado siempre en la región, aunque en la actual legislatura un grupo de dos diputados haya marcado los principales hitos de la actividad política de nuestra Comunidad.