Confidencial

El dilema y la fuerza de Cospedal ante una situación que ha intentado evitar

20 junio, 2018 00:00

María Dolores de Cospedal

Cospedal quizá sabía que Feijóo no sería candidato a la Presidencia del PP cuando el viernes pasado convocó la Junta Directiva del partido en Castilla-La Mancha. En esos momentos, y quizá mucho antes, era ya consciente de que el presidente gallego no daría el paso adelante porque Feijóo se lo había comunicado o porque su actitud evasiva era tan elocuente que no necesitaba saber más. Ante la duda convocó a su gente.

Cospedal se mostró ayer fuerte y poderosa ante los suyos y ante los medios en el acto celebrado en Toledo al que acudieron las principales figuras del PP de Castilla-La Mancha para arroparla. Todos sabían a lo que iban y rompieron a aplaudir y a gritar "¡presidenta, presidenta!" en el momento en que Cospedal confirmó su candidatura. Aquí hay mucha fe en ella. Pero la suerte está echada. Le hubiera gustado ahorrarse este trago apoyando a Feijóo, o al menos es lo que se ha transmitido desde su entorno los últimos días, pero ha tenido que ponerse al frente para intentar cortar el paso de Soraya Sáenz de Santamaría hacia la presidencia del partido. Y es lógico. No tanto porque no se puedan ni ver como por la concepción radicalmente distinta que tienen la una y la otra de lo que debe ser un partido de centro derecha.

Si pierde Soraya no sabemos hacia dónde dirigirá sus pasos en el futuro. Si pierde Cospedal es muy posible que abandone la vida política. Podría ganar la tercera vía de Pablo Casado, cosa bastante improbable por la amenaza judicial que pesa sobre él, o que se llegue a un arreglo entre los distintos candidatos, incluidos Cospedal y Sáenz de Santamaría, para presentar una candidatura única, cosa aún más improbable por el viejo rencor que se profesan. Habrá elecciones y ya se verá quién gana.

Si triunfa Cospedal y aplica la misma fórmula que en Castilla-La Mancha el PP tendrá una buena presidenta nacional. Aquí no tuvo dificultad para pacificar a un partido en guerra, desanimado por el cúmulo de fracasos electorales, desorientado por la poca consistencia de sus dirigentes y perplejo por la falta total de liderazgos. A Cospedal se le "otorgó"el poder en el PP de Castilla-La Mancha y supo aprovecharlo consolidando su liderazgo en poco tiempo. Pero además se ganó la confianza de Rajoy, la eligieron secretaria general y mantuvo los dos cargos con gran provecho para el partido ya que, tras un segundo intento, ganó la Presidencia de la Junta castellano-manchega y llevó al partido nacional a uno de los momentos electorales más felices de su historia. Como lideresa Cospedal le lleva una gran ventaja a Sáenz de Santamaría porque ya ha demostrado de lo que es capaz dirigiendo un partido y un territorio. Las capacidades de la exvicepreesidenta en ese terreno están aún por demostrar.

Cospedal fue la primera del PP en derrotar al PSOE en Castilla-La Mancha y la primera mujer que ha presidido la región. Y cuando le tocó gobernar lo hizo con mano de hierro para superar la crisis de caballo que sufría la Comunidad en parte por el estado deplorable de la economía nacional e internacional y en parte por la herencia envenenada que recibió del último gobierno del PSOE. Hizo lo que tenía que hacer en el plano de la gestión, pero le falló la parte política y enfadó a colectivos profesionales enteros, sobre todo entre el funcionariado, lo que explica en gran medida el apoyo que le faltó del electorado para ganar por mayoría absoluta.

De su periodo como presidenta de Castilla-La Mancha no se ha destapado ni un solo caso de corrupción ni nada que se le parezca relacionado con su gobierno. Por mucho que insista la propaganda del PSOE, Cospedal no arrasó la región. Fue la crisis la que lo hizo. Con ella, en el tramo final de su gobierno, se empezó a vislumbrar el final del túnel, creció el empleo y se fueron consolidando las bases de desarrollo que han permitido al Ejecutivo de García-Page invertir  más en servicios sociales, convocar nuevas ofertas de empleo público y ver como se reduce el paro por debajo de la emblemática cifra de los 200.000.

Y mientras tanto, Cospedal fue la única que dio la cara por su partido a nivel nacional en los momentos más complicado del tsunami de la corrupción. Se la partieron varias veces y se forjó una imagen de ella muy negativa que ahora la persigue y que podría influir en el resultado de este proceso electoral abierto en canal en el PP. Cospedal ha cometido muchos errores, no cabe duda, pero nunca ha dejado de dar la cara. Igual que en estos momentos. Si no la respalda la militancia, a la que apela ahora Soraya siguiendo el ejemplo de Pedro Sánchez en el PSOE, Cospedal habrá gastado un cartucho fundamental -y quizá definitivo- de su carrera política. Estará ante un dilema que ha intentado evitar a toda costa: el de seguir intentándolo volviendo a sus orígenes castellano-manchegos y haciéndose fuerte aquí, para lo cual tendría que presentarse y ganar las autonómicas del 19, o el de emprender el camino de Rajoy enfilando la recta hacia su casa.