La noticia saltó a la opinión pública el pasado 28 de octubre y desde entonces ha provocado una gran expectación. Había sido detenido el cura de la cárcel de Albacete por traficar con drogas. El protagonista del caso, un sacerdote de buena posición en la diócesis albaceteña, y los ingredientes que rodean el suceso, provocaron estupefacción en el Obispado y asombro general entre los ciudadanos, que asistían incrédulos a una situación que también ha saltado a los medios nacionales.
El Español ha profundizado en la historia de este cura y este jueves publicó un amplio e interesante reportaje firmado por el periodista Jorge García Badía, en el que se cuenta el caso de Francisco Javier, el sacerdote detenido, y todas las circunstancias que han rodeado su detención.
En la prisión de La Torrecica tan solo una persona ha sido homenajeada con un espacio propio, por su labor en esta cárcel de Albacete: el cura Francisco Javier L. L. Entre el aparcamiento y el control de accesos, se ubica un pasaje dedicado al padre Javier, decorado con un par de conchas del Camino de Santiago. Este sacerdote gozaba de un currículo inmaculado hasta el miércoles 19 de octubre, cuando fue detenido por el Grupo de Estupefacientes por 'pecar' con sustancias prohibidas.
"Parece ser que el cura fue pillado con drogas sintéticas en el control que hace la Guardia Civil a la entrada del centro penitenciario", según detallan fuentes policiales a EL ESPAÑOL. El escándalo en la curia es mayúsculo porque este párroco cincuentón estaba bien visto por el obispo de Albacete: Ángel Fernández. Prueba de ello, es que el padre Javier era hasta el día de su arresto el director del Secretariado de Pastoral Penitenciaria.
El asombro del clero por la detención de este cura progre, contrasta con lo poco que ha sorprendido el arresto entre los funcionarios de esta cárcel albaceteña, conocida popularmente como La Torrecica, y donde este religioso ejercía su segunda etapa como capellán penitenciario. "Estuvo varios años en esta prisión, pero antes de la pandemia se fue una temporada al norte, a un convento de clausura, y luego regresó", según explican varios empleados del penal de forma anónima.
Cuando el padre Javier volvió a La Torrecica, presentaba un aspecto físico bastante desmejorado y presuntamente mostraba un comportamiento propio de los consumidores de drogas. "Estaba más enganchado que los presos", tal y como resume -sin paños calientes- un funcionario curtido de Instituciones Penitenciarias.
"Tenía una conducta ansiosa, nerviosa y agresiva, dificultades de concentración, no terminaba las conversaciones...", ejemplifica otro técnico, antes de emitir su 'veredicto': "Estaba dislocado como si tuviese alguna dependencia". Pero existen más detalles que llamaban la atención al personal penitenciario: cuando el padre Javier acudía a La Torrecica, solía entrevistarse a solas con internos de perfil toxicómano.
"No es normal que visites con tanta frecuencia a ciertos presos y a otros no", reflexiona el citado técnico curtido. De hecho, el padre Javier no solía pisar el Centro de Inserción Social 'Marcos Ana' donde están los reos con tercer grado que ya pisan la calle. Tal agenda de trabajo del capellán la confirma otro empleado: "Visitaba con especial interés a los internos del Grupo de Intervención de Drogodependientes del programa de la Fundación Atenea". La citada organización se ocupa de poner en marcha estrategias para mejorar el estado físico, psíquico y social de los reclusos.
De momento, desde la Policía Nacional no sueltan prenda sobre la detención de este religioso que se ordenó sacerdote en Zaragoza. Lo único que confirman las fuentes policiales consultadas por este diario, es que tras ser sorprendido por un control de la Guardia Civil en La Torrecica, portando drogas sintéticas, el arresto del padre Javier por un delito contra la salud pública, por tráfico de drogas, lo practicaron policías del Grupo de Estupefacientes porque la ciudad albaceteña es su demarcación.
La Policía, ni confirma ni desmiente, si el párroco fue detenido por ejercer de supuesta mula para una organización de narcos, o si presuntamente trapicheaba con sustancias a título individual. "En su declaración no manifestó que fuese para el tráfico de drogas, sino para consumo propio", según detallan fuentes policiales a EL ESPAÑOL. Ese testimonio abre la puerta a una tercera hipótesis, que el religioso se enganchase a sustancias a raíz de su trabajo con toxicómanos, incluso hay una cuarta teoría que desliza un antiguo salesiano: "Los presos adictos le encargaban drogas al cura y él se las llevaba para que aguantasen la rutina de la cárcel".
Los funcionarios de Instituciones Penitenciarias recuerdan que el padre Javier, en su primera etapa como capellán de la cárcel de La Torrecica, también fue párroco de la Iglesia de La Milagrosa que está en 'Las 600': un barrio marginal de la ciudad albaceteña donde abundan los garitos de menudeo y los yonquis. "Se desenvolvía muy bien en los ambientes marginales", subrayan. "Se implicaba mucho y le tenían cariño los presos y sus familias, por eso le dedicaron el 'Pasaje Padre Javier' en la cárcel".
La investigación judicial tendrá que esclarecer los motivos por los que este religioso fue detenido con drogas sintéticas y deberá responder a la pregunta que todo el mundo se hace: ¿El cura es adicto o traficante? Las diligencias también deberían arrojar luz sobre la supuesta irregularidad de las visitas del padre Javier a la prisión. El sindicato Acaip-UGT denuncia que el cura ya entraba al penal, "desde septiembre de 2021", pero no fue hasta el 10 de agosto de 2022, cuando el Obispado de Albacete designó a Francisco Javier L. L., como párroco de San Vicente de Paúl y Nuestra Señora de la Estrella; capellán del Centro Penitenciario La Torrecica y director del Secretariado de Pastoral Penitenciaria.
"Durante meses ha ejercido de capellán de la cárcel sin serlo", según denuncia Acaip-UGT. "¿Cómo accedía a la prisión sin estar nombrado por el obispo?" La diócesis albaceteña guarda silencio y declina responder a las preguntas de este diario: se limita a remitirse al comunicado que emitió después de que le pusieran los grilletes al padre Javier. En esa nota, el Obispado asegura que el cura "se ha manifestado dispuesto a colaborar con la autoridad judicial para el esclarecimiento de los hechos".
No cacheaban al cura
El sindicato de prisiones Acaip-UGT reclama una explicación pública de Instituciones Penitenciarias sobre el aparente desfase de once meses, que hay entre las visitas del cura y su nombramiento oficial como capellán del penal. "Pensábamos que sustituía al otro cura: un franciscano que estaba enfermo", asegura un funcionario. El asunto no es baladí porque durante ese tiempo, el padre Javier ha accedido a La Torrecica como colaborador: "A ellos no se les cachea". De forma que supuestamente este cura podría haber introducido droga en cada visita a la prisión.
"En teoría, el cometido del capellán penitenciario consiste en visitar módulos, de una hora a una hora concreta, con una autorización, y oficiar la misa y celebraciones católicas, como cualquier otra confesión religiosa", según explican de forma didáctica desde Acaip-UGT. Sin embargo, el padre Javier actuaba como 'palomita suelta'. "Venía con mochila, no tenía por qué pasar por rayos [X]: se movía con una libertad absoluta, iba módulo por módulo, como si fuese un funcionario", afirma un empleado.
Un religioso con galones
El cura supuestamente visitaba cualquiera de los ocho módulos de este centro penitenciario, incluso se le veía con presos por el patio, el aula de informática, el gimnasio... "Tenía más poder que cualquier funcionario", asegura un técnico de Instituciones Penitenciarias, mientras pone un ejemplo de los galones del religioso: "El padre Javier pedía que le sacasen de la celda a presos para hablar a solas con ellos en la capilla, a diferencia de otras creencias religiosas que tienen que solicitar una hora concreta y rellenar una instancia, pero él actuaba cuándo quería y dónde quería".
Otro supuesto trato de favor que disfrutaba el padre Javier respecto a las demás confesiones religiosas, se producía en el horario autorizado para cada credo. Este funcionario asegura que el salesiano tenía barra libre horaria: "Hay confesiones distintas a la católica que tenían delimitado el tiempo para acudir a los módulos, a lo mejor tenían asignadas tres horas a la semana, pero este señor un día iba al módulo 1, otro al módulo 2, unas veces por la mañana, otras veces por la tarde... No se limitaba a dar misa".
La lógica invita a pensar que el Grupo de Estupefacientes estará escudriñando cada movimiento que ha realizado este religioso por el penal durante los últimos meses, así como el historial delictivo de los presos a los que ha visitado, con el objetivo de averiguar la procedencia o el destino de las drogas sintéticas que le pillaron al padre Javier. EL ESPAÑOL ha preguntado a Instituciones Penitenciarias cómo es posible que este sacerdote entrase a La Torrecica desde septiembre de 2021, si el Obispado lo nombró capellán de esa cárcel en agosto de 2022.
Esta ha sido la respuesta: "Hay información que no se aporta como institución porque hay una investigación judicial abierta. Se puede entrar de muchas maneras autorizadas a un centro penitenciario, bien sea de colaborador, abogado, voluntario de alguna organización, así que si este señor entraba, lo hacía con una autorización, y si entraba sin ningún control alguien lo debería de haber manifestado".
No es la primera vez que una persona vinculada a La Torrecica acaba detenida por temas de drogas. En marzo de 2017, la Audiencia Provincial condenó al encargado de la zona de talleres a tres años y un día de prisión, así como al pago de una multa de 6.000 euros, como autor de un delito de tráfico de estupefacientes, tras ser sorprendido en su coche con 282 gramos de coca que compró en una gasolinera de Almansa.
Sin ecógrafo: 'kinder sorpresa'
La detención del religioso por un asunto similar ha levantado ampollas entre los sindicatos por las carencias del penal. "No tenemos ecógrafo, se está permitiendo que tengamos 'kinder sorpresa' entre las visitas: es sorprendente lo que puede entrar dentro del cuerpo de un ser humano", según ironizan desde Acaip-UGT. "Además, el circuito de cámaras de seguridad está semi implantado: ahora se están terminando de colocar en los pasillos de las celdas, pero no llegan a las zonas de ocio".
Las puertas son manuales, en vez de ser automáticas, y hace un año, un preso casi ahoga a un funcionario al que atacó cuando abrió su celda. El trabajador salvó su vida porque se hizo el muerto y el reo dejó de ahogarlo. "Desde hace largo tiempo venimos denunciando la falta de personal, infraestructuras y medios: hay un funcionario por módulo, cuando deberían de ser dos", tal y como denuncian desde Comisiones Obreras.
"Las bocas de incendios no funcionan y en una celda del módulo de ingresos se produjo un incendio que costó mucho que lo apagasen los bomberos". El listado de carencias que sufre La Torrecica es interminable. Ahora también falta el capellán, ya que la diócesis de Albacete ha cesado de todos sus cargos al padre Javier y un superior de su congregación se ha hecho cargo de su traslado para ingresarlo en un centro de adicciones después de quedar en libertad con cargos.
Pase lo que pase con la investigación judicial y con las consecuencias que traiga para el padre Javier, lo cierto es que la mayoría de funcionarios lamenta que su arresto ensucia su primera etapa como capellán de La Torrecica, antes de ser destinado a otras misiones, como el Hospital General de Albacete. "No parecía cura, era una persona especial, cercana, amable, y querida por los internos. Nosotros, en nuestra ignorancia, pensábamos que se retiraba a solas con los presos para trabajar su alma".