El Gobierno de coalición de Pedro Sánchez está viviendo un momento especialmente delicado en el que un escándalo tapa a otro y este último tapa al siguiente. En el Palacio de la Moncloa atraviesan una mala racha, y sólo en las dos últimas semanas, sin ir más lejos, dos ministros están contra las cuerdas, uno del PSOE y otro de Podemos: el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por las imágenes de la valla de Melilla, y la ministra de Igualdad, Irene Montero, con las rebajas de penas de la polémica ley del “sólo sí es sí”. Por el medio, sin embargo, han quedado otros dos escándalos mayúsculos, en este caso con repercusión directa en el propio presidente Sánchez: la eliminación del delito de sedición y la negociación en torno a la reforma de la malversación, dos asuntos que pueden erosionar claramente el voto al PSOE en las próximas elecciones y que benefician directamente a los socios separatistas del Gobierno.

En este contexto, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, lleva semanas desgañitándose contra todas estas decisiones y marcando abiertamente distancias con Sánchez y su Ejecutivo, conocedor de que tanta polémica puede perjudicar sus expectativas en las elecciones autonómicas y municipales de mayo. La última muestra de indignación de Page ha tenido lugar este domingo en una entrevista en el diario La Razón, de la que hemos informado ampliamente. La cadena de escándalos del sanchismo parece estar haciendo daño a los barones del PSOE y tanto Page como Javier Lambán en Aragón o Guillermo Fernández Vara en Extremadura, por poner los tres ejemplos más claros, están rediseñando sus estrategias políticas con el objetivo de mantener la iniciativa en sus territorios e intentar que la deriva del Gobierno les afecte lo menos posible en las elecciones. El malestar interno en el PSOE es evidente y, ahora mismo, la “marca Sánchez” es una merma electoral de la que huyen los barones y candidatos socialistas a tan sólo seis meses de enfrentarse a las urnas. "Lo pagaremos", decía Page este domingo.

Por eso García-Page está tomando decisiones sobre la marcha. De momento, el líder de los socialistas castellano-manchegos ha decidido paralizar el anuncio oficial de su candidatura a revalidar el que sería su tercer mando al frente de la Junta de Comunidades. Este asunto no lo tenía previsto en su agenda, pero la crispación política nacional por las decisiones del Gobierno de Sánchez le ha obligado a reconducir su estrategia. El propio García-Page dejó claro la pasada semana que no anunciará oficialmente su candidatura hasta que el clima político se calme y toque “debatir en clave electoral”, algo que nadie sabe cuándo puede ocurrir. Hasta ese momento, Page ha dicho que mantendrá su “perfil presidencialista” en lugar de su “perfil de candidato electoral”. En este contexto, y después de llevar semanas posicionándose contra la reforma de la sedición y la malversación, Page ha entrado en la polémica de la rebaja de condenas por la ley del ”sólo sí es sí” y ha pedido una reforma “urgente” para proteger a las mujeres, al tiempo que ha calificado la actitud de la ministra Irene Montero como de “soberbia intelectual” y “muy simplista y mala”.

Está claro que García-Page, con las urnas a la vuelta de la esquina, mira indignado a la Moncloa y sólo ve problemas. El presidente castellano-manchego quiere escapar de las polémicas de Sánchez, pero de momento no parece posible.