Aunque en el Partido Popular han interpretado el monumental órdago del pasado martes de Emiliano García-Page como un movimiento pactado con Pedro Sánchez, la teoría parece improbable. Obviamente, siempre existirá esa posibilidad, pero el mensaje, la contundencia y el tono empleados por el presidente de Castilla-La Mancha contra Sánchez, en una vuelta de tuerca antisachista como nunca antes se había visto, llevan a pensar que no se trata de una simulación política, sino todo lo contrario: un momento de no retorno en las relaciones de García-Page con el presidente del Gobierno y la punta del iceberg de un clima de indignación y tensión interna en el PSOE de consecuencias de momento imprevisibles.
El pacto de Sánchez con ERC para reformar la malversación, después de los escándalos de los indultos y la derogación de la sedición, supone ya un paso adelante intragable para la sociedad española y también para muchos socialistas que, como Page, no pueden soportar estas políticas que el PSOE hasta ahora siempre había rechazado. En el fondo aparece, además, la posibilidad de un nuevo referéndum en Cataluña que el presidente de Castilla-La Mancha estaría dispuesto incluso a llevar a los Tribunales, por mucho que Sánchez y su entorno nieguen esta posibilidad. El momento parece muy importante para España y requiere estar a la altura, con todo un país en juego: veremos si las palabras de Page son el comienzo de un terremoto interno en el PSOE. De momento, las reacciones en cascada de apoyo a Page se suceden.
Sí está claro, en todo caso, que la situación evidencia una lucha por el poder que ya resulta abierta e indisimulada, y con un Sánchez del que ya puede esperarse cualquier cosa porque, sin duda, ha hecho exactamente lo contrario de lo que prometió que haría. Con las elecciones de mayo en un horizonte cada vez más cercano, el líder castellano-manchego parece haber tomado la firme decisión de no callarse y decir lo que piensa, y que después pase lo que tenga que pasar en todos los ámbitos posibles: en España, en Castilla-La Mancha y, por supuesto, en un Partido Socialista que aparece cada vez más sometido al sanchismo y humillado ante los separatistas con cesiones y regalías que están poniendo en riesgo la unidad nacional y la propia convivencia. El contundente discurso del martes de García-Page contra Sánchez, con alusiones incluso personales como aquella de “esto sí que es hacer historia” (en referencia al augurio de Sánchez de que pasaría a la historia por exhumar a Franco del Valle de los Caídos), no deja lugar a dudas de que algo se ha roto internamente en el PSOE y de que ese momento de no retorno ya es una barrera traspasada. El sanchismo puede engullir al PSOE si el PSOE no acaba antes con el sanchismo.
Así las cosas, y analizando con detalle el durísimo mensaje del líder castellano-manchego, apoyado este mismo miércoles por el presidente de Aragón, Javier Lambán y otros líderes socialistas, la teoría del “juego pactado” resulta altamente improbable. Ahora bien, eso no significa que los nueve diputados del PSOE de Castilla-La Mancha vayan a seguir en la práctica a Page y votar en contra de Sánchez en el Congreso, una circunstancia improbable que dejará el discurso del presidente castellano-manchego en el terreno dialéctico, pero no práctico, como ya ocurrió con la sedición. Aun así, la carga de profundidad del discurso de García-Page y su significado y alcance dejan la clara impresión de que hay un antes y un después y de que una corriente de fondo se mueve en el PSOE. Habrá que ver si se consolida y crece o, por el contrario, el sanchismo impone su ley del silencio y los socialistas callan y otorgan en este momento histórico.