Mamá Junta
Leo en este periódico que “el Gobierno de Castilla-La Mancha ofertará entre los años 2017 y 2019 un total de 10.158 plazas de empleo público en educación, sanidad y administración general”. La primera reacción del lector despistado será celebrarlo, ´mira que bien oye, más gente trabajando, estará mejorando la cosa´. Pero la cosa no mejora, y si lo hace, volverá a empeorar si seguimos cimentando el desarrollo económico de la región con el empleo de Mamá Junta.
Mamá Junta ha estado muy enferma, tanto que en el verano de 2011 no había dinero ni para pagar a los farmacéuticos. La enfermedad estuvo a punto de costarle la vida a la autonomía; de hecho, el gobierno central, del mismo color político que el regional, le tenía cerrado el grifo del endeudamiento. Pero de aquella enfermedad se salió, y se hizo reduciendo el gasto público y, aunque mínimamente, intentando reconducir el modelo productivo de Castilla-La Mancha. Hasta ahora.
Hay servicios básicos que ofrece la Administración regional que deben ser atendidos y, si hay necesidades objetivas de personal, estas deberán ser atendidas. No hablamos aquí de eso, sino, más bien, del empeño grosero de quienes manejan el erario público de olvidar que esos fondos son de los ciudadanos, que se los prestan a los políticos para gestionarlos en beneficio de todos y no para crear una red clientelar de funcionarios que, llegado el caso, devuelvan el empleo con un secretísimo voto.
Castilla-La Mancha tiene futuro si se cree en los pequeños y medianos empresarios de la región, si se les ayuda eliminando trámites, reduciendo impuestos, liberalizando horarios, flexibilizando las relaciones laborales, etc. Sé que los agoreros de la libertad andarán ya acusándome de todo tipo de pecados, pero, créanme, prefiero a un hombre libre abriendo una tienda que a uno preso de la ubre de Mamá Junta.
“Quiero felicitarnos a nosotros mismos”, dice el consejero, y en eso no miente: se cierra el círculo perfecto en el que el político recibe dinero del ciudadano para dárselo a otro ciudadano en forma de empleo. ¿Imaginan un mundo en el que los impuestos sean residuales y el ciudadano pueda destinar sus fondos a crear empleo y construir su propia vida?, ¿un mundo en el que una persona no tenga que trabajar entre 5 y 7 meses al año para el ministerio de Hacienda?
Yo sueño a veces con ese mundo, y se me saltan unas enormes lágrimas sin convenio colectivo.