Silencio en Manzanares
Leo con tristeza la decisión de la Federación de las Concepcionistas Franciscanas de cerrar su convento de clausura en Manzanares. Al parecer, las tres religiosas que lo habitaban serán trasladadas al Monasterio San José y Jesús María situado en la calle Blasco de Garay de Madrid. Allí se llevarán su silencio, que es el mayor regalo que los monjes y monjas de clausura nos prestan a diario.
Se va el silencio de Manzanares y en su lugar quedará un monasterio vacío lleno de ruido. Los vecinos del pueblo seguirán con su día a día, discutiendo por el precio de la uva, por el último expulsado de Master Chef o por el gobierno de famosos del presidente Sánchez. Ya no habrá nadie que contrarreste nuestras pequeñeces con la grandeza de su silencio. “Para nosotras, el pueblo de Manzanares seguirá presente en nuestras oraciones", dijo la última abadesa del monasterio. Ella y sus hermanas saben que esas oraciones son necesarias, que se regalan aunque no se pidan y, sobre todo, que tienen sentido.
La vida tiene prisa, casi siempre, cuando se vive. Nosotros la empuñamos con ruido y furia, a lo Faulkner, discapacitados para el encuentro y el sentido. Para eso tenemos a quienes se retiraron de todo para rezar por nosotros. Por eso un convento cerrado es una tragedia trascendente, aunque nos queden las oraciones a distancia. Al final, nos vendrán los rezos por Instagram. Ojalá que no, que no se disuelva lo eterno en lo contingente.
Se van las monjas de Manzanares y dejan a sus vecinos huérfanos, quedan las “ciudades desnudas balando como bestias en manada”, que dijo Gerardo Diego al marcharse Juan Ramón.
Muchos vecinos llevan semanas movilizándose, se han concentrado en la plaza del municipio, se han puesto un lazo azul, el color que visten las religiosas, y seguro que han rezado por ellas. Mientras, Pedro Sánchez desaloja el crucifijo de sus promesas, y casi mejor, Dios nos ama libres. El pueblo llora por sus monjas y el presidente gobierna en una foto. La posmodernidad, ay, era esto.
Se nos van yendo los silencios de los pueblos, se nos van las oraciones de quien se retiró del mundo para que nosotros lo llenáramos de tuits. Solo 140 caracteres más. Gracias hermanas, por regalarnos, sin haberlo pedido, aquello que más necesitamos. Ojalá no falte nunca vuestro silencio, tan lleno de luz.