La TIA y el referéndum
Lo vivido este domingo en Cataluña no es más que el culmen de cuarenta años de deslealtad e impostura del nacionalismo en su máxima expresión. Niños adoctrinados, personas señaladas, marcadas y estigmatizadas que han optado por el silencio durante mucho tiempo por no buscar complicaciones. Esas son las verdaderas víctimas de un movimiento político que utilizó la autonomía y la libertad que España obtuvo tras la muerte de Franco para ir sistemáticamente contra ella. El nacionalismo usó la democracia para arrogársela mediante la cleptocracia y el dogma. Pujol lo sabía muy bien y ya en el ochenta y tres se envolvió en la senyera para evitar el escándalo de la Banca catalana. Las escuelas han sido devastadas por la ideología, la impunidad y la mentira mientras el resto de España nos cruzábamos de brazos insensatamente sin construir un relato alternativo. La Historia ha sido manipulada, falseada, inyectada. Por eso, el final está escrito aunque ellos no lo saben o ignoran que no lo saben. Los reyes castellanos eran los que ponían orden en la anarquía catalana de los condes que entre ellos se mataban. Si Cataluña hubiera querido ser una nación con estado ya lo habría conseguido, pero siempre se ha desgarrado por dentro y se ha desangrado. Lo de ayer no es más que otro episodio. Tarradellas falló en su predicción. Dijo que nunca más volvería un octubre del treinta y cuatro. Aquí está el octubre del diecisiete. Con más de lo mismo. Si los ciudadanos libres e independientes -algo que desconoce el nacionalismo que basa su fuerza en el pueblo como ente abstracto por encima de los individuos- deciden separarse de un país saben que asumen un coste, entre otras cosas, porque ningún Estado va a consentir que se le desgaje sin más una parte de su territorio. La independencia requiere sangre, sacrificio. Por suerte o desgracia es así. Y no veo yo a los siete millones de catalanes con cara de kosovares.
La Guardia Civil y la Policía han hecho su trabajo ante la dejación de los Mossos. Que nadie se alarme ni se lleve las manos a la cabeza. Las imágenes de los heridos y los disturbios no perturbarán las conciencias de los gobernantes occidentales. Contra la opinión mayoritaria, sostengo que la violencia ya no impacta desgraciadamente en los medios de comunicación. La imagen de la sangre y la opresión que buscaban los nacionalistas para remover a la opinión pública internacional no llegará más lejos que dos telediarios. Estamos hartos de ver hostias en el noticiero mientras nos zampamos un filete. En España y el resto del mundo. No hay que tenerle miedo a la ley ni a su aplicación. Maquiavelo dijo en 1513 que quien evita la guerra consintiendo el desorden, tiene al final el desorden y la guerra. Chamberlain obtuvo en el treinta y ocho la rendición taimada de la fiera y sobre su frente cayó el oprobio del deshonor y más tarde, la guerra.
Pero hay dos cuestiones fundamentales por las que Cataluña nunca se separará de España. La primera, porque Puigdemont, Junqueras y Rufián han demostrado ser más españolazos que ninguno. Les pasó lo mismo que a Arzallus, al que un día se le escapó de la boca una de las expresiones más castellanas que existen, el carajo de la vela. Son carlistones, trabucaires, antiguos y agrestes. Puigdemont se me aparecía como el Tigre del Maestrazgo con peluca. No hay más español que la mala leche y los huevos encima de la mesa entre cajas de botellines. Hay que hacer un referéndum porque estos son mis cojones. Ayer la ley y el orden pusieron las cosas en su sitio.
Y luego, la chapuza, lo menos catalán que hay y quizá lo más español. Los consejeros dando información de servidores caídos, mandando a la gente a votar donde les viniera en gana, el censo universal del mundo mundial... ¿Pero esto está pasando de verdad? Escuhando la radio en el coche se me aparecían las imágenes de Mortadelo y Filemón, Ofelia y el Doctor Bacterio. El Superintendente Vicente era el Mayor Trapero, que también tiene narices el sintagma que forman cargo y apellido. Ibáñez, que tantos cómics dibujó desde Barcelona, no lo hubiera hecho tan bien. Ahora, con esta panda de iluminados, ya veríamos si hubiera podido dibujar en Bruguera y si la misma Bruguera hubiese existido. Lo de ayer de los servidores informáticos fue algo parecido a los Técnicos de Investigación Aeroterráquea, la TIA de don Francisco Ibáñez, que tiene ochenta años y un cráneo privilegiado. Faltaron Manolo y Benito arreglando cables.
Hoy es día 2 y Rajoy ha dicho que hablará con todos. Aseguran que proclamarán la independencia. Lo que les dure un servidor enganchado a un poste de la luz. Las empresas se irían y el desorden cundiría, como siempre ha pasado. La gran victoria del nacionalismo ha sido que el Barça juegue su partido a puerta cerrada y las lágrimas de Piqué. Es la misma paradoja de siempre. Hacer de la derrota una victoria, como en el 1714. Felipe V se sacó de la manga los Decretos de la Nueva Planta. Falta por ver ahora cuál es la planta de Felipe VI.