O treinta y tres, como el exitoso musical que el salesiano Toño Casado representa cada día en Ifema con llenos rotundos. Pedro Sánchez ha convocado elecciones después de que fracasara su intento de negociación con los independentistas catalanes. El viernes soltó una soflama en el Consejo de Ministros antes de anunciar la fecha de los comicios, el 28 de abril. Le da igual cargarse la Semana Santa, donde lucirán pendones y estandartes al tiempo que carteles y programas. Piensa que resucitará al tercer día, como otras veces ha hecho. La verdad es que el personaje me subyuga, hechiza y atrae. Ya era pedrista por Gayarre, pero ahora lo soy por Sánchez. Cuántos fondos caben en una persona, cuántos armarios y puertas que se abren y cierran según convenga. Ese es Pedro Sánchez, el mago, el alquimista, un Houdini de la política, que siempre saca el conejo de la chistera. La ha cagado con los catalanes y le echa la culpa a la derecha. Lo bueno de todo esto es que algo de razón lleva. La izquierda se moviliza.
Pedro es capaz de negarse mil veces si el superviviente es él. Puede hundir al Titanic, que si él es el náufrago, lo hará. Avanza como Moisés sobre las aguas en las turbulencias. Cuanta más mierda haya, mejor se mueve. Es el guapo, el refulgente, el que lo miras y te olvidas que ha querido vender la patria por cuatro días en Moncloa. Qué tío. En la rueda de prensa del viernes no habló ni un minuto de Cataluña, sólo de la derecha trifálica en invención de la Villareja. Para falo, el mío, habrá pensado. Esta izquierda feminista me asombra. Menos mal que nos queda Iglesias reconvertido, al atardecer y decrepitud de su vida política, en padre responsable y laborioso.
Pedro se negó en la rebelión, más tarde en la moción, después en el Gobierno, luego en la negociación, al final en los presupuestos. Se ha negado hasta en el Falcon, del que se ha bajado para volverse a subir. Su manual de resistencia ha cambiado de registro y piensa continuar al mando. Hay que reconocerle el mérito de que su paso ha marcado el ritmo de la vida política de los últimos cinco años, desde que él llegó. Tiene baraka y eso da miedo a los enemigos. El único que hasta ahora le ha podido es Franco, que hizo la guerra en África y tuvo más que él.
Pedro ha sido el presidente más listo y trilero de cuantos hemos visto. Amaga y no da, tira la piedra y esconde la mano. Saca el relator, solivianta a la masa y lo guarda para otra ocasión. La foto de Colón es la que dicen que ha precipitado su decisión. La suya y la de Redondo, el estratega. El relato ha cambiado. Pedro no hablará más de Cataluña. Sacará el retrato de Rivera con Abascal y esa será su campaña para movilizar a la izquierda que entregó a Susana. Sin embargo, señor Sánchez, somos muchos españoles los que hemos visto su ambición sin límite, los ojos al averno, su falta de escrúpulos, su necedad al cubo. Si los indepes le hubieran votado los presupuestos, usted habría colocado al relator y la madre que lo parió. Hay que llenar las urnas para mandarlo a casa durante un tiempo. Cataluña necesita un 155 sine die, porque son los propios catalanes quienes lo piden a voz en grito. Si no, caerán en manos de la burricie y la estulticia de los carlistones del pueblo de Puigdemont.
La clave de estas elecciones será Ciudadanos. Riverita tiene rostro cetrino, la ambición se le ha anudado al estómago sin resultado. Dos veces lo ha tenido cerca y ambas ha fracasado. Puede convertirse en el frustrado por excelencia. Esperemos que así no sea. Son las elecciones del ocultismo, porque ni Psoe ni Ciudadanos hablarán jamás de pactos entre ellos... Pero si la política de bloques se deshiela y las cuentas dan, Sánchez y Rivera se entenderían igual que hace tres años. No sería mala solución para España ni para advenedizos. El problema de Albert es que la primera presidenta del Gobierno de España milita en sus filas y se llama Inés Arrimadas. Será entonces cuando cante el gallo para Pedro y caerá bocabajo en las urnas.