La ex presidenta del Parlamento de Cataluña, Nuria de Gispert, lanzó un tweet en el que aseguraba que las exportaciones de porcino habían aumentado en su comunidad autónoma, ya que personalidades como Juan Carlos Girauta o Inés Arrimadas habían abandonado Barcelona con destino a ciudades como Toledo o “Madriz”. El revuelo provocado por la afirmación generó incluso un comunicado de la Asociación de Porcino Catalán censurando y desvinculándose de cualquier relación con la sujeta. El propio Girauta contestó a través de las redes diciendo que estaba como Dios en Toledo. “Chúpame un pie, Gispert”. La aludida tuvo que retirar el tweet asombrada por la repercusión generada y sorprendida por el escaso sentido del humor español. Supongo que ese día, la señora Gispert desayunaría espetec o butifarra. Catalana, por supuesto.

El hecho no tendría más trascendencia si no revelara la cara verdadera de quienes han llevado a Cataluña y el resto de España al abismo. Lo más abracadabrante es que lo han hecho con la aquiescencia de todos y con nuestros dineros, pues a ninguno de ellos jamás se le pasó por la cabeza renunciar a las subvenciones o privilegios que desde la odiosa España llegaban a Cataluña. Ser independiente de consola y wifi es lo que tiene. Se está de puta madre en el salón de tu casa hasta que declaras la independencia y tienes que irte a Waterloo. Uno, que es admirador de Pla desde que comenzó a leer sus escritos, recuerda a este catalán universal en los inicios de la República, cuando en sus crónicas tras visitar los despachos de los entonces noveles dirigentes, se preguntaba: “¿Y esto quién lo paga?”.

Por el momento, lo hemos pagado todos, una generación abocada a la burricie intelectual con la matraca nacionalista durante cuarenta años. El carlismo travestido ha utilizado la generosidad de las instituciones y la democracia española para morderle la mano y tratar de doblarle el brazo. Ya lo hizo Ibarretxe y toda su pléyade; ahora, Puigdemont, Rufián y Torra. No escarmentamos por más que volvamos a las andadas. Esta gente no busca otra cosa que llenar su bolsillo a cuenta de unos agravios que ya prescribieron en el Abrazo de Vergara. El PNV vendió a la República y Rajoy, de igual forma que el nacionalismo catalán lo ha hecho las veces que ha podido para llenar la faltriquera a cuenta de Felipe V y la Nueva Planta. Franco se llevó la industria al norte para callar las bocas de los mismos que en la guerra alzaron los brazos a pedir su auxilio y rescate de las hordas rojas. Lo siento, pero es así. Y lo recuerdo para provocar y porque es verdad: Franco es recibido entre ovaciones por las calles de Barcelona en enero del 39. Baroja decía que se tentaba la chaqueta y el bolsillo cuando escuchaba hablar de nacionalismo. Tarradellas, que era de los suyos y sufrió el exilio, ya advirtió cuando volvió de la mano de Suárez, que tuvieran cuidado con Pujol. El escorpión siempre pica aunque vaya sobre el cocodrilo en mitad del río.

De ahí que la inflamación indepe no se resuelva si no con un 155 de largo alcance que serene los ánimos y dignifique los intelectos. Harán falta otros cuarenta años o alguno más para que el ciudadano catalán recupere la cordura, con la más que probable posibilidad de la vergüenza y bochorno general que pasado el tiempo caerán sobre los responsables de un sabotaje emocional y artificial tan descarado. Teniéndolo todo a favor y manipulando todos los artefactos a su alcance, sólo dos millones de catalanes han caído en los reteles. Por eso, defiendo a ultranza que la posibilidad de un principio de entendimiento entre Psoe y Ciudadanos esta legislatura podría ser el inicio de una vuelta a la cordura y la claudicación de la impostura y el engaño nacionalista. Para eso, hace falta que los actores quieran y que el presidente del Gobierno acomode sus intereses a los de la nación con igual eficacia que lo hizo cuando fue al revés. No desespero ni pierdo la fe. Lo demás son cruces de San Jorge marcadas y vuelta a lo mismo. Lo diga Agamenón o su porquera.