Pedro Sánchez se equivoca en las medidas económicas adoptadas para frenar la crisis del Coronavirus.
Se ha echado en brazos del ala más radical de su gobierno y ejerce la potestad sin darse cuenta de que está mandando a la ruina a miles de familias españolas. La prohibición del despido durante el estado de alarma o el permiso retribuido del sábado han sido interpretados por los empresarios como una declaración de guerra y el triunfo absoluto del ala bolivariana del Ejecutivo. Así no, Pedro. Vamos a estar contigo para hacer frente a la crisis sanitaria, pero la prohibición de la libre empresa es un despropósito sin límite. No puede ser que la situación la aproveche Podemos para implantar un sistema comunista de pobreza extrema que deje a España en los huesos.
Creo que es necesario un gobierno de concentración nacional más pronto que tarde. Sánchez ha comprobado que sus socios de investidura lo han abandonado cuando ha propuesto prorrogar el estado de alarma. Sin embargo, PP, Ciudadanos y hasta Vox no han dudado en votar a favor de una medida que la ciudadanía comprende perfectamente. Ya sabe Pedro de qué clase son sus socios parlamentarios. Ahora el problema lo tiene dentro de su Ejecutivo. La sociedad española lo está viendo de una forma palmaria. No puede ser rehén de quien ni es capaz de guardar cuarentena para imponer sus dictados más absolutistas. La huida hacia adelante, Pedro, no tiene sentido ahora, cuando España se desangra con más muertos diarios que en la Guerra Civil.
Sólo un gobierno de concentración nacional con las principales fuerzas políticas podría aunar lo que ya es una realidad en la calle. Como decía Pedro Jota este fin de semana, sería como lo que Suárez hizo en la Transición. Llevar al Parlamento lo que ya es normal y habitual en la calle. Eso es lo que tiene que hacer Sánchez. Un Ejecutivo con PP y Ciudadanos dentro, e incluso la posibilidad de un apoyo externo de Vox, podría coordinar de manera mucho más eficiente todas las administraciones públicas de este país. La pandemia ha demostrado que tenemos un sector público repartido en colmenas, lo que ha hecho más difícil la respuesta conjunta al virus. La calle está encerrada; los ciudadanos, dentro de casa. Si ahora no es posible un gobierno nacional, no sé cuándo lo será.
Los panegíricos de Sánchez se dan por buenos si luego es capaz de reconducir las medidas sanitarias y económicas que debe poner en marcha. Es urgente equipar a todos los sanitarios con los equipos de protección homologados. Un ejército no puede luchar sin balas y cuanto más se retrase la verdadera y efectiva protección del personal sociosanitario, más tardaremos en salir. Eso lo ha entendido perfectamente la sociedad civil que, como siempre, va por delante y ha puesto todas sus fábricas y talento a producir mascarillas y equipos de protección. La unidad debe ser real, no retórica.
Creo que todos debemos ser prudentes y hacer un ejercicio de contención, apoyo y colaboración en este momento. Una de las pocas cosas buenas que tiene una situación de este tipo es que retrata de manera clarividente a las personas. Lo estamos viendo en nuestra cara. Por eso, no es deseable que el ejecutivo de mi país aguante una extorsión como la que están llevando a cabo los mismos que ya arruinaron Venezuela. Solo falta que prohíban quebrar a las empresas, que es lo que conseguirán con las medidas económicas adoptadas. Debe haber consenso con los agentes sociales y los partidos políticos. Lo demás es la ruina de España, cuyas muertes son mayores que en ningún otro lugar del mundo. Habrá que preguntarse por qué. Pero lo que urge son soluciones que no agraven el momento. Triste España, que todo lo soporta.