Turquía finalmente envía los respiradores que Castilla-La Mancha y Navarra compraron hace varias semanas y que permanecían varados en la aduana por extrañas circunstancias. Llegarán así ciento cincuenta respiradores para hacer frente a la peor pandemia en mucho tiempo. Respiradores que son ahora mismo la delgada línea que separa la vida y la muerte. El tiempo corre en contra y cada hora, minuto y segundo salvan vidas, por lo que hay que agradecer el esfuerzo diplomático hecho por el Gobierno de España para no dar la mercancía por perdida. Page respira aliviado durante la peor crisis que le ha tocado gestionar en su larga y dilatada vida política. Para esto no estábamos preparados nadie.
La virulencia con la que el coronavirus ha azotado la comunidad autónoma se debe a la media de edad elevada que tenemos en muchos de nuestros pueblos y a la cercanía con Madrid, principal foco de origen. Los casos de Tomelloso y otras zonas de la Mancha han sido devastadores y la historia de las residencias de ancianos comenzará a escribirse de otra manera cuando todo esto haya pasado. Ahora hay que seguir combatiendo el bicho sin descanso, robándole horas al sueño, como tantos médicos y sanitarios han hecho en este tiempo. Ellos merecerán un reconocimiento a la altura del sacrificio realizado, pues han sido los grandes pagadores de la imprevisión.
La gestión política se valorará en su momento, cuando se hayan aplacado los efectos del virus que se lleva por delante nuestra generación más sabia, aquella que salió de la guerra, levantó el país y se lo dio mejor que nunca a sus hijos. Mueren en soledad, como muchas veces fue su camino, y con la incertidumbre de si se pudo hacer algo más en este escenario que nadie previno. Son las horas más difíciles para cualquier gobierno y por eso no me canso de reivindicar un entendimiento leal con la oposición, cuando no un ejecutivo de concentración nacional que evitara la dependencia de Podemos, preparado siempre para hacer populismo, enriquecer su cúpula y depauperar pobres. El eterno sino comunista.
Aquí en la región, por lo menos, se habla una vez a la semana, si no dos, con la oposición y los agentes sociales. El consenso se sabe lo que es y no un mundo por descubrir como en el caso de Pedro. Page comenzó errático, con aquel infausto jueves en que dijo una cosa por la mañana y otra por la tarde. Su lealtad con Pedro, curiosamente, la pagó cara. Y la deslealtad del rector Collado no informándole de su intención de cerrar las clases, también. Se ofuscó con un problema pequeño en mitad de la tormenta, pero supo rectificar a tiempo. La gestión de esta crisis de profundidad desconocida requerirá la que ha sido, sin duda, la mejor virtud a lo largo de su carrera política, la humildad. No puede perderle el pulso a la gente ni a la calle en el dolor y sufrimiento. Es precisamente ahora cuando más se necesitan esas palabras de cariño. Para alguien que ha perdido un familiar, no hay término ni cuidado que lo alivie. Y eso requiere empatizar más que nunca, porque se puede perdonar una imprudencia, pero jamás el olvido o el desdén. Su discurso de ayer va en la buena línea.
Tiempo habrá también para analizar qué se pudo hacer mejor. El país y la comunidad autónoma saldrán distintos a como entraron en esta crisis. El caso de Tomelloso deberá ser estudiado, no solo por la virulencia sino por su infraestructura global. Y también el Mancha Centro, cuya población flotante es más alta que la de Albacete, por ejemplo. Aunque, y eso también hay que entenderlo, nadie podía estar preparado para esto. Pero las sociedades inteligentes se definen por lo que aprenden en la hora del dolor, que este año, curiosamente, viene a coincidir con una Semana Santa vacía por fuera, pero llena y repleta por dentro. Feliz Semana a todos. La Cruz de este año no lleva madera ni se ve por la calle, pero pesa más que nunca.