No sé si Bergoglio se iría a confesar después de la visita de Sánchez el sábado en el Vaticano, pero como buen pastor sabe que a veces es mejor dejar el resto del rebaño para ir a por la oveja descarriada.
Le dijo a Pedro que la patria había que construirla entre todos y que las ideologías, justamente, lo que hacen es lo contrario. Se regalaron libros y esculturas, pero no se devolvieron el rosario de su madre. La foto interesaba a ambos, sobre todo al presidente, que corona así una semana triunfal, aunque decrete el estado de alarma. Pedro ha disfrutado desde el escaño cómo se devoraban Caín y Abel en una moción de censura desnortada, donde la quijada se le ha vuelto en contra a Abascal. Por todo ello, yo esperaba que después de la visita papal, Pedro hubiera salido al balcón del Vaticano vestido de Santo Padre. Es lo único que le queda ya para su brillante currículum. La presidencia de un país es poca para tanto talento.
En realidad, Pedro es un Borgia regurgitado del tiempo, que tiene en Redondo su Maquiavelo. Ha liquidado a toda la familia y se ha quedado solo al mando del tinglado. Le falta un hermano Papa, como Alejandro VI, que delimite las fronteras del Nuevo Mundo de la Progresía. El Tratado de Tordesillas fue el acuerdo de gobierno firmado en noviembre dos días después de las elecciones, cuando Pedro cambió las pesadillas y el insomnio por el reino de los parias. Nombró a Iglesias camarlengo y ahí está Pablo, con moño en lugar de coleta, para que le siente mejor el solideo de sus discursos en el Congreso, que parecen homilías.
La entrevista de Bergoglio y Sánchez es una buena noticia para la vida y el mundo, sumido como está en una lateralidad tediosa. Aquí, eres progre o retro, azul o rojo, facha o comunista, cristiano o ateo. Quién observa así la realidad naufraga en un simplismo letal y aburrido para la existencia que lleva a la melancolía o el suicidio. La vida es mezcla y contradicción y no hay nada mejor que un Papa rojo para los tiempos del socialcomunismo, así lo debilita un poco.
Bergoglio es jesuita y sabe que la conversión exige el filo de la herejía. Cae bien a la izquierda y eso es importante, aunque a sectores de la derecha le rechinen algunas cosas. En estos tiempos, los discursos transversales son más necesarios que nunca. No sé yo si veré a Pedro en Misa, pero ya lo hemos visto en el Vaticano. Espero que haya aprendido algo de la sencillez y humildad del Papa. De prédica ha mejorado, como vimos en la moción de censura, aunque ahí es cierto que Casado alcanzó el reino de los cielos y la oratoria. Se consumó el Cisma en la derecha y ya no sabemos quién es el Papa Luna. Para mí, no hay como ir a lo seguro. Pedro, Papa. Aunque a veces tenga más modos de Clemente y el Palmar de Troya.