Para los que ya somos de varias generaciones, nos resulta familiar el mito que corría en los años ochenta y noventa por las calles de Madrid. Todos habíamos visto alguna vez al Rey en moto paseando con una chorba de noche mientras se quitaba el casco a las puertas de una discoteca.
No solo lo habíamos oído como leyenda urbana, sino que, tantas veces repetido, creímos nosotros mismos presenciarlo. Daba igual que no lo viéramos. En eso el pueblo español no fue Santo Tomás. Creyó sin ver, porque todos sabíamos, intuíamos, colegíamos que el Rey Borbón, el mismo que salvó a España el 23-F, borboneaba divinamente. Ahora, en esta España puritana a la que nos ha conducido la Santa Izquierda Niñera, el Rey hubiera sido ingresado en un centro de internamiento con bromuro. La Movida ni se hubiera producido y Almodóvar habría puesto a Pepi, Luci y Boom de asesoras del Ministerio de Igualdad.
La displicencia con la que fue tratado el Rey Viejo tras el 23-F en todos los ámbitos de la vida española contrasta ahora con el pago al que ha sido sometido su elefantiásico resbalón. Don Juan Carlos vive en un exilio que jamás hubiera pensado, aunque tengo para mí que alguien que estuvo a la sombra de Franco y luchando para hacerse hueco y sobrevivir, nunca se vuelve confiado. Sin embargo, el Rey viejo ha pagado con creces sus errores y vive ahora en el retiro dorado de Abu Dabi, mientras las niñeras mecen el nuevo régimen. No hay como una casa cuna para una república.
De esta forma, el gran error del Rey Felipe es haber transigido con el exilio de su padre creyendo salvar así la institución que hoy encarna o representa. Angelito. La izquierda bananera nunca quedará satisfecha con nada que no sea el banano y ya veríamos. Es igual que los indepes y su sed insaciable de rencor y venganza. Cataluña es más España que nunca porque la ha saqueado más que nadie. Es el expolio invertido, que solo provoca espiral y desolación. Dice Illa que el problema catalán no se resolverá imponiendo una media versión a la otra media versión. Desde luego, como no se solucionará es multando a quienes rotulen en español y usen la lengua de su país en su territorio. O España y sus ciudadanos defienden la soberanía nacional o solo quedará Junqueras gimoteando con el abad de Montserrat.
Vamos a una Primera República cantonal y fatiguitas. Alcoy contra Cartagena, Murcia contra Albacete. Se han llevado las manos a la cabeza por el vídeo de Tatiana, la criminóloga de las gafas, pero una amiga mía lo resume así: pedir sin dar. Quienes han tomado las decisiones que han quebrantado económicamente el país, sin embargo, no han tenido un solo gesto de solidaridad o renuncia de sueldos o privilegios. Hay que leer el Evangelio. Sin ejemplo, no hay prédica, por más que se espachurren los fusiles. La democracia se precipita por una cascada de descrédito y gasto público que nos conducirá al bitcoin más pronto que tarde. El dinero no valdrá ni para pipas en cuarentena.
Así las cosas, será más fácil al nuevo régimen naciente acuñar moneda propia, la solidaria. Deme un kilo de plátanos por cuatrocientas solidarias. Es la gestión propia del bananerismo, inflación y cubatas. El episodio de las infantas con las vacunas no es más que el inverso de las niñeras. Todo parecerá mal a quien no quiere más que ceñirse la corona y usurpar el trono. Felipe se ha fiado de Pedro y en el pecado lleva la penitencia. Se casó con quien quiso y la nuera ha ganado el pulso echando a la Familia Real entera. Quienes defienden la república olvidan que en España nos cachondeamos de los reyes, pero nos matamos cuando se van. Ese es el problema de Felipe y Letizia, no tienen sentido del humor. Uno es la rama griega y no borbona y la otra cree todavía que debe presentar el telediario todos los días. Que vuelva el Rey Moro en moto y la deposite en Hacienda.