Ha muerto Nico Solís Gómez, el hijo del cineasta alcarreño Pedro Solís que le inspirara el cortometraje Cuerdas, con el que ganó un Goya en 2014 y aún hoy no ha terminado de ganar todos los premios posibles del mundo. El principal y mayor que obtuvo en la vida fue su propio hijo, que ahora le ha sido arrebatado de golpe. Quienes hayan visto el corto de animación, saben de lo que hablo. Quienes no, aún pueden descubrir la inmensidad de la vida en diez minutos. Y hablar después o callar para siempre en un gesto de infinita gratitud.
Nico ha muerto con dieciséis años. Al nacer, según su propio padre contó, hubo problemas en el parto, faltó oxígeno y vino al mundo con una parálisis cerebral severa. Nico no hablaba, no andaba, no corría, no podía hacer prácticamente nada. Fue su hermana Alejandra quien se echó Nico a las espaldas y compuso con él una sinfonía hermosísima de amor y cariño que inspiró a Pedro el trabajo por el que más premios le han dado en su trayectoria artística. Alejandra fue una Tadeo Jones de la entrega sin límite.
Pedro Solís es uno de los productores y directores españoles que más ha innovado el género y lo ha llevado a altas cimas de perfección. Quienes somos padres nunca le estaremos lo suficientemente agradecidos por el Tadeo Jones y lo que nos hizo disfrutar con nuestros hijos. Siempre le preguntaba cuándo vendría la segunda parte y fue capaz de sacarla y llevarla adelante con los más grandes de la escena española en las voces de los protagonistas. Ese era Pedro Solís, el mago que hacía todo posible a un soplo de bondad.
Lo conocí cuando le dieron el Goya. Lo llamé y resulta que él sabía de mí por las madrugadas de la radio en verano, el señor del banco y En Marcha de Onda Cero, el programa más agradecido que he hecho en mi vida. Me dijo que le gustaba cómo empezábamos el día con risas, optimismo y vitalidad. Quedé muy sorprendido al saber que un señor tan importante del cine, que había ganado un Goya, escuchaba la radio y era seguidor nuestro. Con los años, he comprendido que Pedro milita en nuestra misma cofradía, la del optimismo, la ilusión y la maravilla de la vida.
Ignoro lo que Nico le aportó a su visión, aunque me lo puedo figurar. Pedro tiene la mirada limpia que le hizo contar la historia de Cuerdas. No conozco a nadie que la haya visto y no haya llorado. Cuantas más veces vuelvo a ella, más te deshaces y vuelven los ojos ríos. Aunque tuviera la historia en casa, Pedro decidió no renegar, abrir los ojos, construir un castillo de amor infinito, hasta el cielo, encumbrar la vida entera en un objetivo, sacudir al mundo por la pechera con su película... Pedro, Nico, Lola y Alejandra han redimido, sin ellos saberlo, a la Humanidad entera. Porque, como dijo Sócrates hace veinticinco siglos, nada de lo humano me es ajeno. Y Nico era humano, fieramente humano. Y su familia, más. Ellos nos han ayudado a ser mejores.
Nico ha volado con los primeros días de abril, la primavera de los lirios temprana. Deja tras sí un monumento al amor, al tesón, la paciencia y el cariño. Las cuerdas de quienes vimos el corto quedan anudadas al corazón para siempre. Porque nos hizo distintos, nos cambió la mirada. Solo por eso lo recordaremos siempre. Y a ti, Pedro, gracias por tu generosidad y sabiduría. Entre inteligencia y sabiduría, elegiste sabiduría, siempre sabiduría, que conduce a la bondad. A otro padre de un niño con parálisis cerebral, le preguntaron qué había aprendido de su hijo. Y contestó, mientras él se abrazaba a su cuello, la capacidad de dejarse amar sin condiciones. Yo he aprendido de ti, Pedro, que el camino es eterno y cada mañana, una oportunidad nueva. Qué gran día el que descubrí tu talento y sensibilidad.