Pedro Sánchez no quiere hablar del estado de alarma después del 8 de mayo por la misma razón que los niños chicos no quieren comerse la sopa, porque se manchan y se queman. El presidente bonito, heredero directo de la democracia de Zapatero, ya se ha visto guapo en varios saraos y ha prometido ciento cuarenta mil millones de euros. Hay un hilo invisible que conduce la vida política de España. De la quiebra de Zapatero al maná de Sánchez. Solo que el maná llegó en el desierto y Moisés murió a las puertas de Jericó. Si a Sánchez la Comisión Europea le da las tablas de la ley, las pone bocabajo.
Hemos llegado a una generación sin desperdicio. Todos hablan de que Europa por vez primera responde al unísono y mancomuna deuda. Quien tiene hoy dinero desconoce lo que vale, porque vamos a la criptomoneda y los chamanes. El Banco Central Europeo ha inundado de billetes las carteras como hacían los peronistas. Ya no habrá quiebras como en el doce. La deuda la pagarán nuestros hijos en un mercado laboral oscuro, a modo escape room.
Así las cosas, qué suerte tener un presidente guapo y bonito. A Zapatero se le llenó la boca con la democracia bonita, sin saber que solo enarcaba las cejas del pórtico de lo que vendría. A la beautiful le estimula un presidente bello, pues no es lo mismo ir a Moncloa arreglado que departir con el conductor del Alsa. Ahora echamos las cuentas de lo que habrá de llegar y todos queremos estar dentro. Será la economía de la digitalización, porque será la que el dedo de Pedro quiera. Y, claro, quién se pierda una cena por mucha pandemia perra.
La frente del presidente, que ya es lo único que se le ve con la mascarilla, se ha vuelto, en cambio, lastimera, acibarada, dura, retraída. De tanto ser resiliente, le han salido unas arrugas. Nadie es perfecto, qué se le va a hacer. Los cañones, sin embargo, apuntan ahora de frente en la campaña madrileña. Pedro necesita un mitin lo mismo que un traje de Armani, para recordar los buenos tiempos, cuando iba en la Peugeot. Ahora Madrid lo inunda todo y encontrará en Ayuso parte de su medicina. Las alas de Gabilondo son plúmbeas de metafísica y no tienen aire para coger vuelo. Hasta el PP de Núñez se arrima a Ayuso porque sabe que sería la única manera. En eso, Page se despista yéndose a Canarias, aunque la vuelta fuera rápida y low cost. Además está la hostelería, que vuelve como Sísifo con la piedra. El personal se cansa y no llegan las vacunas, mientras en el cine estrenan “Otra ronda”, la peli de alcohol y del momento.
Llevamos año largo con esto y dice Magris que la pandemia cambiará el mundo más que la Segunda Guerra Mundial. Eso es porque no tiene un presidente bonito. Aquí somos pobres, pero nos creemos ricos. La cuerda de los miles de millones la estiraremos como la venida de Mr. Marshall, igual que la zanahoria del borrico. Yo pondría a gestionar los ciento cuarenta mil millones al Ibex 35, con un par. El único que podría hacerlo sin complejos sería Pedrito. Por eso con el tiempo, me estoy haciendo pedrista.