Asisto atónito estos días a la polvareda levantada en redes sociales con la decisión del promotor del concierto de Zahara de cambiar el cartel de presentación de la artista. Una virgen con niño y corona, junto a una banda donde puede leerse la palabra “puta” ha suscitado un debate tabernario en las redes de este país. Tengo escrito hace mucho que Facebook es un patio de vecindona y Twitter, una barra de bar donde cuenta quién la tiene más larga. Ahora, Instagram es el álbum de fotos hortera de los recién casados y Tik Tok, la fragmentación del cerebro. Pero estamos más comunicados que nunca, aunque no nos demos ni los buenos días y nos llamemos hijos de puta a golpe de tweet.
El debate de fondo, honestamente, creo que tiene altura y argumentos a favor y en contra plausibles. Las formas, no. Las formas en España se perdieron hace mucho y hemos vuelto al tiempo en el que quien no opina como tú es un traidor, ruin y canalla. Los puros de uno y otro lado vuelven con los picos y las palas a no dejarnos dormir. Y uno ya es muy mayor para pasar por según qué cosas. La suerte de Occidente y la libertad no se juegan en Toledo ni mucho menos en un cartel, aunque hay quien haga de ello negocio levantándose tiras de piel cada metro y medio.
Creo que acierta Milagros Tolón al hacerse eco del malestar que un cartel de ese tipo causa en la ciudad de Toledo. Quienes gritan a todas horas harían bien en mirar qué los ha traído hasta acá. La libertad que hoy disfrutamos es herencia directa de una civilización, humanista y cristiana, que consiguió en su vientre el desarrollo de la democracia liberal. El cristianismo, y en cierto modo su ascendente el judaísmo, es la única religión del mundo que ha sido capaz de asumir una enmienda a la totalidad como la Ilustración y hacerla suya. El Islam se quedó en el siglo XV, con todo su esplendor cultural marchito entre las hojas de sus frondosos jardines. Por eso es tan sencillo rebatir los preceptos cristianos y tan difícil hacerlo con los musulmanes. Todo buen ateo sabe que no todas las religiones son iguales. El precio de la crítica y refutación varía en función de su fanatismo. Por eso, me sigue admirando la tranquilidad de los anticatólicos con el Islam. Aquí hay gato encerrado o miedo por el pellejo. Quizá también rédito fácil y aplauso de foca.
Aquellos que han gritado estos días diciendo que vuelve el fascismo, ya me gustaría a mí verlos en un régimen fascista de verdad. Aquí todo el mundo es antifranquista cuarenta años después de Franco. En vida, no le tosía ni Dios. Ahora lo movemos en tumbas y helicópteros. Causan fatiguitas y desasosiego los que hacen de sus metros de tiras de piel el pan nuestro de cada día. Con este calor, alguno se habrá quemado las meninges. Igual que Don Quijote con las quesadillas, se les han derretido los sesos dentro del yelmo de Mambrino. Aquí hay un negociazo de tres pares y no nos lo quieren contar.
Para colmo, quitan la regla de tres y enseñan las matemáticas con perspectiva de género. Definitivamente, la clase gobernante quiere un pueblo ágrafo, sin criterio, borrego y servil. Un hombre lleva durmiendo quince días en la cárcel por defenderse de un ladrón en Ciudad Real y aquí nadie mueve un dedo. Quitan el cartel de una virgen a la que llaman puta y nos quemamos a lo bonzo. La gangrena moral de este país es irreversible. Pero hay otra cosa peor.
Leo estos días los artículos de Ortega en El Sol del año 31 y ya decía que la República --y por ende, España- no aguantaba extremos ni radicalismos. Y el tiempo le dio la razón. El gran error de Azaña fue pensar y decir que España había dejado de ser católica. No concibo ni entiendo el odio inculcado en las redes, la inquina con que se insulta sin piedad, el ojo que se abre y disecciona en cada hilo o entrada. Más que nunca, antes que sea tarde, son necesarias iniciativas como los puentes de El Español. No podemos consentir que la Tercera España, la siempre sufriente, callada y abnegada Tercera España sea nuevamente víctima de los intereses extremos de quienes viven de ello. Algo habrá que hacer para que el régimen del 78, la obra universal más acabada de los últimos tiempos, no fenezca en los abrevaderos de Twitter.
Por eso considero que una mujer como Milagros Tolón, socialista y católica, es especie en peligro de extinción. En realidad, Page también lo es. El socialismo a la manchega tiene estas cosas que vienen y descienden de Bono. Pero es la realidad palmaria. Nadie puede gobernar contra su pueblo. Y, para mí lo más importante, por encima de banderías y políticas que solo sirven para pasar el rato, es la heterogeneidad y la heterodoxia. Ya está bien de puros y talibanes. La calle no está en esa línea ni escribe esa partitura. Las redes son un mátrix de sofá y aire acondicionado. Los torquemadas de uno y otro lado sobran. Y nadie levanta un puto dedo por la subida inmisericorde de la luz. Al final, Sánchez será Luzbel en lugar de Lucifer.