El retrato de Vicente Tirado en las Cortes es la tranquilidad alcanzada, la bonhomía del tiempo, la quietud plausible. Ha tardado seis años, pero ha llegado. Es el único que luce en la galería de Gilitos que no es socialista, lo cual ya en sí es todo un mérito. Se conocía al dedillo la casa y llamaba a cada uno por su nombre, desde Manoli en la cafetería a cualquier trabajador de las Cortes. Ahora es diputado nacional por Toledo y acude puntualmente a las sesiones del Congreso. El otro día lo vi feliz, emocionado como siempre. A mí ya me sucede lo mismo. El hombre llega un punto en la vida al que es muy difícil enjugarle el llanto.
Recordó a su amigo Vaquero, que pronto tendrá el retrato junto al suyo. Fueron Vaquero y Tirado la única pareja estable de los tiempos de Cospedal. Ella se iba a Madrid y mandaba por correspondencia. Y los correspondientes tampoco se ponían muy de acuerdo entre ellos. Con el genio y la mala leche se resolvieron las cosas. Es una lección de la derecha que deberá de aprender alguna vez en su vida de la izquierda. La modestia, la humildad, la comunicación, la empatía… La política, no. La política que se aplicó entonces era la única posible, cuando no había dinero en los cajones y sí facturas hasta el techo. Pero se les olvidó el hombre y su lucha por la vida, las ganas de ser entendido. Espero que hayan aprendido la lección.
Precisamente por eso, Vicente fue la excepción que confirmó la regla. Hablaba con unos y otros y en su fuero interno sabía que algo no iba bien. Pero la lealtad es una de sus mayores virtudes y se llevará secretos a la tumba. Él mejor que nadie sabe del ascenso, culmen y caída a los infiernos de Cospedal. Pero ya entonces era su amiga e hizo lo posible por que permaneciera. Ahora, pasado el tiempo, imagino que pensará mil veces las cosas y las circunstancias. E irá del corazón a sus asuntos.
Page dijo de él que había comprendido a la persona y la había antepuesto a la política. Es una lección de vida que sirve para todos. Lo difícil no es ser buen médico, anestesista, periodista o político. Lo complicado es ser buen hombre y aprobar la asignatura de la vida. Vicente lo hace con creces cada mañana, cuando se levanta y mira al espejo. Lo mejor que ha hecho son sus dos hijas y Mari Carmen, su cayado, la mujer más admirable de la tierra… Villafranquera y miguelete juntos para surcar el mar de viñas. Ella es profesora de literatura en Tavera y han pasado por sus clases miles de toledanos. En los tiempos duros, fue la cómplice perfecta para que a Vicente no se le fuera la cabeza. Lo tenía con los pies en el suelo y la mirada serena. Era el hilo de Ariadna para que Teseo no se perdiera.
El retrato de Vicente Tirado es, en fin, la victoria de la política y el consenso sobre los gritos y las malas artes. Es el reconocimiento del otro, como Pedro Salinas, en ese verso que tanto le gusta… Quiero sacar de ti tu mejor tú. La pena es que a veces se lleguen a esos puertos tarde, cuando las responsabilidades se ahogan y el tiempo se acaba. Pero siempre merece la pena. Además Vicente, que es agricultor, recoge ahora la siembra, todo aquello que abonó quizá sin darse cuenta. Todavía tiene carrete y los nuevos deberían aprender de su experiencia. Los homenajes en vida y las lecciones, en las palmas de las manos. Imagino que ahora tendrá tiempo y mañana para su campo, el pueblo, los pájaros y las encinas, aquello que es la verdad de la vida y el entusiasmo. Lo demás son papeles y vencimientos a plazos. Y encima, sale bien en el cuadro.