He empezado el año encerrado, confinado, como miles de españoles, mientras vemos pasar la vida y los años tras los cristales. 2022, los tres patitos, nos ha traído un covid como un camión y una danza de velos y velas que nos ha dejado trastocados tras los polvorones. Jamás pasé una Navidad como esta; en mi vida lo soñé ni lo imaginé. Como dijo alguien por ahí, no pidáis lo posible porque se cumple; acostarse el 24 y amanecer el 6 de enero. Y eso que siempre fui navideño y remé contra corriente. Pero me han estabulado como al buey y la mula. Y aquí estamos, comiendo pienso mientras vemos las cabareteras sirviendo copas a la concurrencia y el capitán del barco se hace fotos al timón con sonrisa profidén. Mi bendito país en cuarentena.
Es así como está España desde hace unos años sin que nadie haya caído hasta ahora. En cuarentena del talento y la alegría, secuestrada por mediocres que alcanzan con sus látigos a quienes no tienen más deseo que el sometimiento. Este país nuestro tan dado al griterío y la envidia está más tuerto que nunca. No distingue el bien del mal ni lo bueno de lo calamitoso. Luego vota lo que vota, claro. Pero eso no es más que el exponente máximo del problema. España está en cuarentena y Europa la infla a medicamentos. Igual es la solución, pero no vi yo nunca en la Historia que el déficit y la deuda fueran el remedio. Otra vuelta de paracetamol, por favor.
Nos hemos quedado en cuarentena y la vida pasa sin que nadie trabaje. Han bajado de diez a siete los días y continuarán reduciéndolos si no quieren que el país se vaya a la mierda. Hay una especie de fatum para lo bueno y lo malo, sin que nadie se atreva a hacerle cosquillas a las tuercas del reloj. Los que mandan se ven seguros y el pueblo obedece al recaudo de su talento, que mete bajo el hoyo y la tierra sin sacarle provecho alguno. Por eso laminan la educación, no vaya ser que alguien piense y tenga un idea. La realidad hay que ponerle velos y capas hasta volverla de otros colores indistinguibles.
He comenzado el año con los Strauss como siempre. Baremboin, que es español, judío, argentino y palestino, ha dado en la clave. Estudiar música en los colegios es la piedra angular de toda esta barahúnda... Pero si hasta quieren quitar la filosofía, con la que no se atrevieron ni en las catacumbas de la Edad Media... Todo por el oro y el poder y la postración de la ética. Quién nos diría que el socialismo sería placebo en lugar de revolución.
El vals de las cuarentenas da para pensar, así que no las prolonguen mucho, que el personal se cansa. Sánchez, que es César Borgia 4.0, ya se ha dado cuenta y habla de la salud mental. Estamos a un punto de la Bastilla digital y los gorrazos al vecino, que es el que pilla más cerca. Aunque siempre es mejor buscarlo de amigo e ir a por el de enfrente. Cuidado con el que se ponga fino y estupendo, que no lo huele. El Bello Danubio Azul recordó que la belleza y la elegancia sumas son posibles cuando hay educación para ello. Si el pueblo se asna, solo querrá asnos en el poder. Y se acabará la abundancia de todos estos años. Porque las civilizaciones se amorran y pisan los cordones con la opulencia. Mientras que la necesidad es la madre del ingenio y espabila el instinto, las riquezas y las plays hunden el talento y sepultan inteligencia.
Lázaro no hubiera existido si hubiese nacido en la consola. Roma cayó en el vicio y entró en el túnel del tiempo. La pandemia ha hecho mil cristales y añicos la vida y más que nunca hay peligro de lo innombrable. Porque se borran los modelos, se diluyen los patrones, se licúan los consensos. Por eso son tan importantes la música, el recuerdo y la educación. ¡Feliz Año Nuevo!