España se encamina a un mes de agosto en funciones, con piloto automático y las chanclas colgadas. Es lo mejor que nos podía pasar tras la convocatoria de julio y Pedro lo sabía. El país se para y no hay prisa para formar gobierno. Las prisas son sólo para los malos toreros y aquí, el artista es de primera. La leyenda crece y se dice, se comenta que se ha ido de vacaciones en el Falcon. Pero eso ya no es lo verdaderamente importante. Lo trascendente es que el país ha votado para quedarse en funciones; es decir, que funcione todo exactamente igual que antes sin que se note. En realidad, los italianos y los belgas son expertos en ello y los españoles tuvimos una época hace poco que también. La economía sube, el producto interior embrutece y el paro cae. Para qué hace falta un gobierno que venga a joderlo todo. No interesa.
Pedro debe seguir en funciones hasta que cambie el Papa o el mundo deje de girar. Lo ocurrido en las elecciones nos remite al Gatopardo de Lampedusa, que todo cambie para que todo siga igual. En realidad, la única diferencia vendrá de Waterloo y el pueblo ya tiene asumido que Puigdemont será indultado y dirá como Tarradellas aquello de “ja sóc aquí”. Los blanqueos de Pedro son que ni Colgate, pero es lo que han refrendado las urnas. La democracia encontrará sus caminos, dijo antes de marcharse y dejar a Feijóo colgado de la brocha. El gallego fue a ver al Apóstol pero se ve en funciones también mientras Vox siga enredando. Los de Abascal no funcionan y lo único que valen es para excitar el voto de la izquierda. Mientras sigan quitando banderas arco iris y negando la violencia machista, no hay nada que hacer. España se descompondrá en funciones a ritmo de Abba.
Se cumplen ahora ciento cincuenta años de la Primera República Española. Poco se habla de ella, tan centrados en el guerracivilismo de la Segunda. Pero vuelve la cuestión federal en boca de unos y otros y la piel se me abre a tiras. Acabamos con los cantones y tirándonos piedras entre los pueblos, mientras era el propio gobierno quien excitaba las algaradas. Un panorama beatífico y seráfico el republicano. Hacia eso dicen que vamos, cabalgamos en el caballo blanco de Santiago, que no es caballo ni es blanco y mucho menos de Santiago. El país lo mejor que puede pasar es que se aplome en el ferragosto, con el calor de la calle y la acera, la gente se vaya a la playa y mueva el dinero en el chiringuito. Lo demás vendrá por añadidura. Ha dicho Page que no se dan las condiciones para un gobierno Psoe-PP y lleva razón. Pero el frentismo le hiela la sangre como a tantos otros que pensamos parecido. Y aquí se huele un gobierno de media España contra la otra media, a la que llama fascista y le grita y le canta el “no pasarán”. Para eso, mejor en funciones.
Pedro tiene el problema que no tiene quien lo quiera. Lo necesitan, lo usan, pero no lo quieren. Su dificultad para empatizar y decir la verdad ha hecho que ya lo hayan calado unos y otros. Incluso los electores, que lo han votado prefiriendo la mentira al miedo de Vox. Pero le fallan los afectos emocionales. Será presidente porque no hay otro mejor que él y puede que redima el problema catalán y le den el Premio Nóbel de la Paz. Pero habrá sido todo por necesidad y no por cariño. En realidad, un poco como España, que tiene españoles que necesitan su país pero no les sale amarlo, quererlo, sentirlo como propio y como suyos los colores, la bandera, el himno. Se han pasado siglos y escritos hablando del problema de España y siempre pensé que era ombliguismo. Pero algo de rareza hay cuando nos detestamos cordialmente – en el mejor de los casos- y sin embargo, nos necesitamos. Todo se reduce a un problema de amor. No sabemos qué queremos ni a quién queremos, si a la patria chica, la grande, la internacional o la chequera. Y en ese laberinto emerge Pedro. Nadie lo quiere, pero lo necesitan. Escalará las cumbres del poder y su aparato. Como el príncipe, es temido pero no amado. Por eso es mejor que continúe en funciones. Si, realmente, lo único que necesita es amor. Isabel Gemio, secretaria de Estado ya.