Siempre quise ser el niño del cuento de Andersen que grita y señala que el rey está desnudo. Parece que el tiempo va a darme la oportunidad en este otoño alumbrado entre sesiones de investidura y amnistías a domicilio, cuando la luz de septiembre acaricia al membrillo que madura en Waterloo. Feijóo estuvo ayer en la calle y esta semana en el hemiciclo. Volverá a estamparse frente a una realidad que no lo acompaña. El gallego es así, mitad pusilánime, mitad raposa. Pero aunque no consiga su propósito, eso no querrá decir que su oponente sea el emperador con el traje más hermoso que vieron los tiempos. Qué va, en absoluto; eso es lo que no entiende la joven y evanescente guardia sanchista. De ahí que Felipe, Guerra y Page –que sigue teniendo cara de niño- hayan hecho lo que el protagonista del cuento, ante el disgusto de quienes no tienen más lentes que aquellas que le procuran su propio peculio. No es que Sánchez sea desnudo; es que la ropa se la han devorado sus socios sin que aún se haya dado cuenta.
El rey está desnudo porque comprar una investidura por unos pinganillos y una amnistía no está bonito. Lo del Congreso y los traductores lo tendrán que explicar en sánscrito, latín o griego, porque son lenguas muertas como cadáveres quienes lo impulsan. No se dan cuenta que la gente de la calle no lo entiende por más que se lo expliquen. Vale que el Senado tenga el pinganillo porque es la cámara de representación territorial. Hasta ahí llegamos. Pero el Congreso, donde se discute la alta política, los temas que nos importan, lo que une a todos los españoles, resulta que lo convertimos en Torre de Babel en lugar de Pentecostés. Ya sé que estos, en su adanismo, no han leído la Biblia, pero Dios castigó a los hombres por querer construir una torre que llegase al cielo, confundiéndolos con miles de lenguas distintas por todo el mundo. Que no nos cuenten lo de la riqueza, que ya lo sabemos. Naturalmente que una lengua es rica, pero hay unas que sirven para comunicarse más que otras. El español o castellano lo habla ya una cuarta parte del mundo y es un Pentecostés de unión. Ocurre con él algo similar a lo que se narra en los Hechos de los Apóstoles. Partos, medos y de otras partes del mundo se entendían aun hablando lenguas distintas. Sin embargo, aquí, en el origen del español, queremos cercenarlo y atraparlo poniéndole un trapo encima, igual que un jilguero enjaulado. El bar, la calle, la acera no lo comprende y deberán usar mil traductores para explicarlo. Pío Baroja dijo que había que echarse la mano al bolsillo cada vez que hablasen de nacionalismo. El problema del pinganillo es que compramos todo lo que desune y no lo que nos hace más fuerte. Somos la Yugoslavia de Gibraltar… Y ni siquiera, porque los llanitos hablan más claro. Ya aceptamos que un manchego no opositara en Cataluña porque no sabía catalán y ahora tragamos con que nos quiten los cuartos en varios idiomas a la vez. Esto debe ser lo progresista.
El rey está desnudo porque ha quebrantado el principio de igualdad ante la ley. En lugar de una sociedad más justa, caminamos a otra partida, desafecta, deprimida. Los estados nación que no existen dictan la partida y transitamos entre la primera república del cantón y la segunda de la amnistía y el indulto. Como en el treinta y cuatro, tanto que gusta la memoria histórica, todos los autores del golpe de Estado de Cataluña serán puestos en la calle como si no hubiese ocurrido nada. Y no me vale la medida como antiinflamatoria, igual que si de un ibuprofeno tratase. Angelitos son los que piensen así, pues el nacionalismo o independentismo se basa en el agravio, la victimización. Y hoy son indultos, amnistías y mañana será referéndum. Y luego la herencia recibida y el hijo pródigo. Está escrita la Historia en el anverso de los libros que no leen los adanes. Sánchez va desnudo porque ahora no cambia de opinión. Lo que hace es cambiar de principios, como Groucho Marx. El de igualdad ante la ley, el primero. Cuéntenme, si no, cuándo les perdonaron a ustedes una multa, por ejemplo. Como en el camarote, lo único que quedará por limpiar de España será el techo.