Ese es Fernando Galindo, letrado mayor de las Cortes y amigo de Sánchez, homónimo del personaje que José Luis López Vázquez protagonizó brillantemente en Atraco a las tres y que así se presentaba ante una de sus clientes más distinguidas. Lo viene recordando Carlos Alsina cada mañana en Onda Cero desde que advirtió la caricaturesca coincidencia, que viene a incidir en aquello de que la realidad española sólo es entendible desde los espejos cóncavos del callejón del Gato, que dan lugar al esperpento. Si no quieren la referencia de Valle, está la de Marx cuando asegura que la Historia se repite a modo de farsa. En cualquier caso, este tal Galindo es el que habrá de registrar en las Cortes el proyecto de ley que dará cobertura a la amnistía y consagrará definitivamente la ruptura de España como estado social y democrático de derecho, basado en una soberanía nacional única e indivisible, así como la vulneración y el quebrantamiento del principio de igualdad entre españoles. Unos lo son de primera y pueden hacer lo que quieran, mientras otros permanecemos en la segunda del fango y el abandono. Muy bonito, señores socialistas. Fernando Galindo, un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo de Puigdemont, Pedro Sánchez y la indignidad nacional. La humillación a cuenta de un cargo.
Yo pensaba precisamente que la militancia igual se daba cuenta del truco de Sánchez para tratar de engañarla nuevamente. Pero ya veo a próceres que uno considera inteligentes apoyar sin fisuras la ruptura de los principios constitucionales por sus prejuicios ideológicos, que consideran más indeseable la derecha que un racista, un xenófobo, un terrorista o un golpista. Siento hablar tan crudamente, pero si las caretas caen o se deshacen con la cera de Waterloo, esto es lo que resulta. España se desguaza a cuenta de un narcisos al que ya no le valen ni las aguas claras para contemplarse, porque todas las volvió turbias. Menos mal que ha quedado un doce por ciento de militancia socialista con dignidad que ha rechazado el último trilerismo de Houdini. Pero aquí estamos otra vez con la Historia a cuestas, divididos y enfrentados, mientras Sísifo con la piedra creía llegar otra vez a la cima de la concordia para rodar nuevamente por el precipicio de la discordia. Este otoño será el de las hojas muertas de la Transición, que el viento arrastra por la calle Ferraz y las sienes socialistas. Sánchez lo vale.
A cambio, España y los españoles nos han convertido en un Fernando Galindo sin gracia, el felpudo de los separatas, los paganinis de la fanta. Quince mil millones de euros que se perdonan a Cataluña son más que todo el presupuesto entero de la Junta de Comunidades. Y los militantes socialistas, con la información que ya tenían, lo han validado. Deben tener argumentos inconcretos y ocultos a los que el resto de mortales no llegamos. Sánchez gobernará y se arrastrará por el suelo belga de Waterloo. Ahora el mocho de la fregona lo llevará él en lugar de Puigdemont. Tal y como dijo Felipe González, los ciclos políticos en España duran cuarenta años. Ya se han cargado el setenta y ocho y sólo queda Leonor. Los ciudadanos libres debemos decirlo alto y claro. Los fachas no somos nosotros como ellos dicen. Han conseguido nuevamente el enfrentamiento y la división para seguir gobernando. Los dos trenes se han salido de la vía por la que circulaban y ya no se no reconocen legitimidad uno a otro. La izquierda habla de jueces caducados y la derecha de traidores y felones. Si se saltan las reglas, cualquier cosa es posible. Ya sabemos, Pedro Sánchez, cómo pasarás a la Historia. Como un Fernando Galindo cualquiera, sin gracia, sin arte, sin nada. Nos queda Page para respirar.