La Catedral de Toledo estrena esta semana Lumina, el proyecto de luz, color y nuevas tecnologías con el que presenta una forma distinta de ver el templo primado. En una noche oscura, con ansias en amores inflamada, oh dichosa ventura salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada, escribía San Juan de la Cruz. Algo parecido es lo que experimenta el visitante cuando las tinieblas lo envuelven nada más pasar. Un súbito recogimiento, el desnudo del alma y la placidez de los sentidos. Cuando uno viene de la guerra y lo sumergen en la paz es como si dejase fuera todos los ruidos y se adentrara milagrosamente en la misma gloria que tantos libros han escrito. La catedral de noche es algo que no se lo hubiese ocurrido más que a Clarín en el XIX por motivos bien distintos. Pero, sin duda, se trata de una experiencia inmersiva, como dicen los promotores, que no dejará indiferente a nadie y traerá más visitantes a la ciudad.
Lo llamo Cathedral 5.0 por aquello de lo anglosajón y la terminología universal estándar que todo el mundo entiende. Porque este es un espectáculo urbi et orbi, para toda la humanidad, la de aquí, la de acá, la de allá. Cathedral 5.0 porque abarca cinco dimensiones sin apenas ser notada, igual que escribiera el místico. Las tres habituales que todos conocemos, una cuarta que consiguen claramente las nuevas tecnologías con sus juegos experimentados de luz, sonido y color y una quinta que abre las puertas del cielo para quien deje mecerse por entre las naves del templo y ascienda su alma hasta la misma clave de bóveda. En cualquier caso, es un recorrido cultural inigualable que uno descubre con la maravilla e inocencia del niño que ve por vez primera las cosas nuevas del mundo.
La visita evoca aquel propósito catequético de las grandes catedrales europeas, entre las que Toledo ocupa sin duda lugar destacado. Las imágenes de los capiteles, la ordenación de los elementos, las pinturas y retablos se hacían y explicaban para que el pueblo siguiera aquellos puntos clave de las Sagradas Escrituras. Algo parecido ocurre aquí. Desde la casulla de San Ildefonso y las evocaciones visigóticas de la mozarabía hasta el majestuoso final de la gloria, los órganos y las cúpulas. Toda la maestría, todo el saber, la acumulación de ciencia y tecnología que aporta nuestro siglo, al servicio de la gloria y el Altísimo. Hasta los ateos saldrán dudando del templo.
El pasaje del Transparente es sencillamente magistral, de una sobriedad, elegancia y contención fascinante. Una delicadeza sutilísima, a la altura de espíritus refinados que acaben flotando entre las capillas de la catedral. Han sido más de siete años trabajando en el proyecto, pero ha merecido la pena. Estoy seguro, como Puy du Fou, que será un reclamo turístico de primera y traerá peregrinos de todas partes para verlo y disfrutarlo. El VIII centenario de la Catedral de Toledo ya está en marcha y una efeméride de tal calibre debe celebrarse como merece. La Puerta de Reyes se abrirá en el inicio del Año Jubilar y fieles de todas partes vendrán a contemplar la dives toletana, la maravilla que se yergue entre los cielos claros de la ciudad, sobre los que hiende la aguja más alta de los hombres que la habitaron. Lumina es un camino de espiritualidad, paciencia y reposo. Va de menos a más, in crescendo, como la vida misma por la que vamos pasando. A punto de llegar a la Navidad, más que nunca, gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis.