La Mancha son las alpargatas de España y da sus hijos más afamados en la mayor parte de los ámbitos. La carestía y la llanura son marcas de la casa que engendran talento y supervivencia. Y así nos venimos ganando el trigo desde hace unos cuantos siglos. José Mota no es una excepción. Originario de Montiel, cuyos campos no han resuelto la crisis cáustica de 2007, es uno de esos manchegos que coloniza Madrid de la manera más natural del mundo, como L´Oreal, porque él lo vale. En Nochevieja volvió a hacer un repaso nacional de lo que este país engendra y es capaz de soportar con su clase política. Claro, que la cuestión como él muy bien diagnosticó parte de la base, pues los políticos no son extraños de otro planeta sino que salen del mismo pueblo que dicen defender. Y a partir de ahí dejó su imaginación volar.
Mota hizo un especial fin de año fabuloso, a la altura del Bienvenido Mr Marshall de Luis García Berlanga en los albores de los cincuenta. Lo comparo porque es increíble que pasara la censura, sólo explicable por la carga metafórica que incluía y el personaje de Lolita Sevilla, folclórica que todo eclipsaba. Algo similar pasó aquí… Con el pretexto del humor y la costumbre, Mota puso bocabajo el paripé nacional que nos abre y chupa la sangre con el conde Dracudemont. Los catalanes debieran empezar a preocuparse cuando sus dirigentes aparecen como chupasangres… El resto de España les ha cogido la matrícula y ya no cuelan derechos históricos. Salvo como dice Boadella, si todavía algunos se los compran.
Sánchez y Yolandinha aparecieron como dos vanidosos en apuros cuyas puertas se cerraron en cuanto se echaron a los brazos de Dracudemont. Feijoo apareció como mendigo errante en busca de auxilio y un tanto patán. Y Abascal, como el contrapunto a Podemos y las mismas trazas de radical que el Coletas y los rastas. Pero, sin duda, lo más espectacular de la alegoría de Mota fue el pueblo llano acudiendo a pedir cuentas a sus dirigentes. Ahí lo clavó por los siglos de los siglos. “Cuando nos unimos, ellos tiemblan”, acertó a decir uno. “Nos dividen y juegan a enfrentarnos”, señaló otro. Hasta que el listo de los políticos toma el mando y compra al que alza la voz de los espoleados. En realidad, no es nada nuevo y viene ocurriendo desde los romanos o más atrás, de los tiempos de Mario y Sila. La movida se acaba cuando al cabecilla lo compran como subsecretario y el tiovivo continúa girando.
Valle Inclán pasó hace un siglo la realidad de la España de entonces por los espejos cóncavos del callejón del Gato y dio lugar al esperpento. Hoy Mota lo hace por su prisma, su ángulo, su cámara y engendra otro género nuevo, la motaficción. Y deja un especial Nochevieja para estudio. De los vanidosos en apuros al chupasangres sin escrúpulos, pasando por la derecha timorata. Gloria y loa, sin duda, a quien es uno de los grandes creadores que España tiene en el momento. Ya van para muchos años, superando a los Martes y Trece incluso. Así es como se construye una gran nación y no con discursos atrabiliarios. El talento levanta andamios de imposible destrucción. Y confirma que el país es más fuerte que toda la cochambre ideológica junta. Ni España ni los españoles se derruyen porque llevan el humor dentro y se ríen hasta de su sombra. Si el pueblo no puede, el cómico lo ayuda. Gracias, Jose.