El karma de Pedro Sánchez es que un señor que llegó al Gobierno a lomos de una moción de censura basada en un auto de los jueces por la corrupción, se ha convertido en el único presidente de la democracia cuya mujer y hermano están siendo investigados por actividades presuntamente corruptas. Jamás el lodo había llegado tan alto en Moncloa desde que Suárez inauguró la democracia y nunca las cejas del gobernante se habían enfangado tanto. De ahí que no haga otra cosa que mentar la máquina del fango o el lodo, que bien las conoce él. No sé qué dirán o pensarán mis amigos socialistas –que los tengo y muy buenos-, si seguirán sacando la cara por quien la militancia encumbró un día y llevó en volandas a Ferraz contra el aparato con un discurso de regeneración. Pero claro, esto del reparto socialdemócrata debe ser como la caridad, que bien entendida, siempre comienza por uno mismo.
El gobernante que más ha mentido o cambiado de opinión en décadas es quien se precipita con una ley contra los bulos. Ya lo escribí hace un par de semanas. Jamás vi a nadie con tantas ganas de entrar en la cárcel. No es que la posverdad se haya quedado ya atrás para definir a Pedro Sánchez… Es que se encuentra en una fase o estadio superior, igual que en el Candy Crash. No obstante, hay señales que debilitan, como muy bien ha escrito Pedro Jota en su artículo dominical. La concesión de una televisión a Prisa es el canario en la mina de que esto se acaba. No hay presupuestos, no existen leyes, no hay otra cosa que Begoña y el juez Peinado. Sánchez se ha revelado de una sencillez pasmosa cuando ha demostrado que lo único que pretendía era maniatar a los periodistas. El sindicato del crimen se le hacía poco para su megalomanía. Los jueces ya los resolvió con Pumpido y la ley de amnistía no es más que un aviso para todo lo que demás se amnistiará. Incluido él mismo, claro.
Jamás ha existido una disociación tan clara y disparatada entre la clase política gobernante y sus gobernados, tal y como demuestran los EREs y el procés. Todo vale para quienes tienen carné, nada para el ciudadano de a pie que acaba de pagar sus trimestrales. Pero el karma existe y se da la vuelta. Es como esa pareja que te deja y luego cae perdida en la ruina. Ni mi Henmano se atrevió a pasarse por los cafelitos que ponía Juan Guerra en el despacho. ¡Caray con Sánchez, Begoña y Barrabés! La historia es abracadabrante y hasta los del PNV, que son jesuitas, se han dado cuenta y ya señalan el dedo a la Luna. Pero nadie crea que esto caerá por su propio peso. Si acaso, la de San Fernando, que no tiene quien la defienda. Pero en el caso de Sánchez, para eso está la ley Begoña, como la bautizó Alsina, y toda la clá sumisa socialista. Si un juez escribió las primeras líneas del sanchismo, otro puede escribir las últimas. Peinado es de Talavera y haría bien en regalar una cerámica a Begoña como recuerdo de su paso por el juzgado. Mientras la canícula no cesa, el karma ya se ha dado la vuelta en el espejito de Sánchez.